miércoles, 28 de noviembre de 2001

Borgiano

Cada renglón que leo de Cercas me parece leer a Borges. No me extraña nada su gusto por analizar las fuentes y la probabilidad del relato, uno de los pasatiempos del maestro, ni su gusto por las enumeraciones, los contrastes de dos ideas, contraposiciones, ese gusto dual es absolutamente Borges. A veces toma una palabra, no se si a conciencia, otras veces la inexactitud, la corrección de lo dicho con un paréntesis.

El estilo de Borges no es bueno para narrar en una novela muy larga. Abusa de la frase entrecortada, acude demasiado a la conciencia sin tomar jamás las riendas de la narración con el atrevimiento (o placer) omnisciente. El estilo borgiano es el estilo del rigor, pero raras veces el del rapto. Esa pesadez inunda casi cada página de Cercas.

En esencia, la prosa de Borges, la de Cercas, no narra, conjetura. Narrar el pasado siempre corre el albur de caer en el error, narrar las propias vacilaciones se puede hacer con una seguridad absoluta. Nadie mejor que yo puede hablar de mi conciencia.

Pero a esta prosa le acecha un peligro. Borges lo vivió, y pienso que este libro también, aunque el público ha optado por no castigarlo. Y es que si uno sólo habla de lo que sospecha, si el mundo es un lugar que a veces confirma nuestras sospechas pero no tiene la obligación de hacerlo, el relato se empaña de una irrealidad inaguantable.

En cualquier caso soy el menos legitimado para tirar una piedra, ¡lean como yo también me he impregnado de este oleoso Borges!

Javier Cercas. Soldados de Salamina