jueves, 1 de agosto de 2019

The brides of Dracula


Vamos en un carruaje por un bosque de Centroeuropa. Así empiezan las obras de vampiros de la Hammer, un conductor asustado, una chica guapa inocente que viaja sola. Paran en una fonda. Los lugareños no dan ninguna pista, pero están asustados. Podemos intuir que algo malo acecha a la joven.

Aparece la baronesa y la lleva a su castillo. El castillo tiene muros de piedra y una historia ancestral. Toda la familia sufre una maldición y habla del hijo. El hijo encerrado. ¿Por qué está encadenado? Le pide una llave a la joven. ¿Se la dará? El espectador no puede quedarse indiferente en su sillón. ¡No le des la llave! Grita el espectador. Pero la joven libera al monstruo.

Mas tarde, quizá un poco tarde, aparece el salvador. Van Helsing no es un hombre de acción. Es un hombre de ciencia, un doctor, tiene los conocimientos y las consignas.

El vampiro, liberado de las cadenas se cobra su primera víctima en el pueblo. El doctor comprueba que tiene la señal de la mordedura. Sabe cuál es el mal y sabe como atajarlo. Sólo hace falta que todos sigan sus instrucciones.

La institutriz vuelve a la paz de su trabajo. Pero es cortejada por el monstruo. ¿Tendrá las huellas? Van Helsing interrumpe la escena antes de que lleguen a dar un paso más allá. El beso es la perdición, la ruina, el contagio. En un plano figurado, puede que esté hablando de castidad, de sexo. La relación entre transgresión y represión sexual no puede ser más evidente.

La joven asesinada por el vampiro sale de su ataúd y se encara a la institutriz inocente, ¿le morderá? Basta que aparezca Van Helsing para frustrar los planes. Van Helsing no necesita crucifijo ni peleas para hacer huir a los dos bebedores de sangre. Van Helsing es como la autoridad, como el padre que, con su sola presencia, desmantela las asechanzas de los seductores.

Pero el joven vampiro se esconde en un molino. Ya no bastará con la presencia de la autoridad para detener a la panda de secuaces. Sin su crucifijo, Van Helsing no tiene más remedio que acudir a los puños. El mal en su guarida ya no se detiene ante nada ¿Podrá derrotarlo ahora?