martes, 25 de mayo de 2004

Henry Miller

Una de las premisas estéticas de Henry Miller es no corregir lo que fluye de su mente. Es una escritura automática que no tiene nada de fácil porque la mente de Miller bulle desmadrada en los dos Trópicos. Este fragmento pertenece al de Cáncer.

El teléfono interrumpe esta reflexión, que nunca habría podido llevar a término. Alguien viene a alquilar el piso...

Parece que mi vida en Villa Borghese ha acabado. Bien, cogeré estas páginas y me largaré. Siempre pasan cosas. Parece que dondequiera que voy hay un drama. Las personas son como los piojos: se te meten bajo la piel y se entierran en ella. Te rascas y te rascas hasta hacerte sangre, pero no puedes despiojarte permanentemente. Dondequiera que voy las personas están echando a perder sus vidas. Cada cual tiene su tragedia privada. La lleva ya en la sangre: infortunio, hastío, aflicción, suicidio. La atmósfera está saturada de desastre, frustración, futilidad. Rascarse y rascarse... hasta que no quede piel. No obstante, el efecto que me produce es estimulante. En lugar de desanimarme, o deprimirme, disfruto. Pido a gritos cada vez más desastres, calamidades mayores, fracasos más rotundos. Quiero que el mundo entero se descentre, que todo el mundo se rasque hasta morir.

Henry Miller. Trópico de Cáncer.

lunes, 17 de mayo de 2004

Libros para ponerse a escribir

Hay dos libros que para los narradores indecisos, para los que no saben si valen o no, para los que se asustan con la página en blanco, para autores tímidos; son “Cultiva tu talento literario” de Thaisa Frank y Dorothy Wall, y “El gozo de escribir”, de Natalie Goldberg.

Si usted ha pasado la etapa de la timidez y sabe que quiere contar algo y sólo le falta darle forma, podemos empezar a hablar de libros interesantes. Siento debilidad por el libro de Enrique Páez “Escribir”. Recoge en 65 capítulos trabajadísimos todos los aspectos formales y todos los de fondo, estilo, estructura, género, voz, definición del personaje. Su virtud más vistosa es también su mayor defecto. La edición es terriblemente atractiva (él trabajó en una editorial y sabe lo que hace), en la parte inferior, que parece papel cuadriculado, introduce ocho apartados con consejos, sugerencias, ejemplos, bibliografía y hasta una comparación. Muy bonito, sí, pero tanto furor geométrico redunda en contra de la espontaneidad. ¡Cada capítulo tiene exactamente cinco páginas!

Mi punto flaco en el curso de cuentos que estoy haciendo es la estructura de los relatos, así que le puse mayor atención. Por eso no sé si es razonable el entusiasmo que me despiertan dos libros que hablan de cómo estructurar un guión (yo creo, Juan Carlos, que quien dice un guión dice una novela o un cuento, respondiendo a tu comentario en El taller). “El viaje del escritor” es de Christopher Vogler y demuestra que todos los buenos relatos tienen una estructura parecida y conectan con los mitos clásicos. Analiza la estructura del relato, que él llama el viaje del héroe en doce etapas con nombres muy sugerentes como “la travesía del primer umbral” o “la resurrección”, y las funciones de los personajes en siete tipos, también sugerentes, como el mentor, o el heraldo. Vogler trabaja leyendo y corrigiendo guiones para Disney y Hollywood.

Linda Seger es más directa en sus propuestas, y sus preguntas al final de cada capítulo no dejan lugar a dudas para saber si vas por el buen camino en tu historia. Yo recomiendo leer a ambos.

Cultiva tu talento literario. Thaisa Frank y Dorothy Wall.
El gozo de escribir. Natalie Goldberg.
Escribir. Enrique Páez.
El viaje del Escritor. Christopher Vogler.
Cómo convertir un buen guión en un guión excelente. Linda Seger.

domingo, 16 de mayo de 2004

Descanso

Me he tomado un, no sé si, merecido descanso; he leído un poco y me he apasionado con varios libros que dan consejos a escritores y que luego comentaré.

Me planteo a veces si tomé una decisión acertada cuando decidí publicar varias bitácoras en vez de una. A parte de el lector comento cada semana una película en “esa la he visto” (no pinchen, no voy a enlazarme a mí mismo), escribo algún cuento, o lo copio en “el taller” y trato de hablar de la vida en biblioteca de babel. La de prensa (aquí si se puede pinchar) me sirve de almacén para guardar los artículos que pueden desaparecer de la red y quiero conservar, muchos son de Juan José Millás.

Como decía, ahora me planteo si tomé una decisión adecuada. Porque lo que para algunos supone mantener una bitácora yo tengo que multiplicarlo.

En realidad no me supone mucho esfuerzo escribir un post a la semana. Suelo ver una película por lo menos y me gusta escribir, y también me gusta subir algún cuento. De hecho, tener varias bitácoras tiene una ventaja, y es que alguien como yo que tiene rachas de lector, rachas de cuentista o rachas de aficionado al cine, puede dejar de lado una y concentrarse en la otra según le va y luego volver a la primera sin ningún problema.

Por ahí todo iba bien. El problema viene a la hora de personalizarla. He visto como todas las bitácoras, hasta las más especializadas, acababan llenándose del autor. Es un proceso agradable, igual que en una amistad, primero hablas de ornitología, y al final confiesas a la gente que la tripa te molesta un poco, o que la novia te ha dejado. No hace falta revelar gran cosa, entre los amigos basta una pista. Pero... he aquí el problema. Si cuento algo en una bitácora ¿cómo contárselo a los lectores de otra? Si quiero hablar de algo más personal, en cual de ella debo decirlo, ¿en todas? ¿en ninguna? Ya digo que la decisión no era fácil. En el lector tengo, quizá, más amigos que en las demás. Es fácil elegir ésta, el problema es que ahora estoy en mi racha menos lectora. En fin, ya me entienden.