miércoles, 24 de julio de 2002

Antiglobalizar

Siempre he querido oír una buena exposición sobre qué cosa es eso de la antiglobalización. Y mucho me temo que después de leer el libro de Sampedro, seguiré esperando. La de Estefanía en El País tampoco me sacó de dudas.

Globalizar no es malo, afirma Sampedro. Lo malo es que sólo se globaliza el capital. Lo que hay que hacer es globalizar la justicia, globalizar la educación, el cuidado al medio ambiente.

Está menos claro por qué una globalización que empieza por el capital es mala ¿sólo es aceptable empezar todo a la vez? ¿sería indignante una globalización que sólo se refiriera a la salud para luego abarcar otros campos?. La tesis de Sampedro se puede parafrasear de esta manera: o todo o nada.

Su propuesta de una dirección del planeta donde cada ser humano cuente un voto no es desdeñable. Está claro que hoy día no es así.

José Luis Sampedro. El mercado y la globalización

jueves, 18 de julio de 2002

Autor o actor


Dice Descartes que durante una época prefería ser espectador más que actor de las obras que se representaban en el mundo. Corría el año 1620 y lo relata en El discurso del Método.

Esos no son los términos de Sartre, que además aboga por lo contrario. Sartre diría que no existe ninguna obra y que somos tan infinitamente libres que escribimos una en cada momento. Para Sartre no se trata de elegir entre ser un actor o un espectador, se trata de asumir o no asumir de una vez por todas que tú, y nadie más que tu escribes la historia de tu vida, no lo hacen tus padres, ni las circunstancias socio-históricas en las que tanto les gusta apoyarse a los vagos.

Lo malo de Sartre, al igual que de Descartes, es que no tiene gracia. Sartre no es un artista, y La Náusea es un poco aburrido. Pero Amenábar si lo es. Cuando dirige esa maravilla, aún no puesta en su justo lugar, que se llama Abre los ojos, un hombre se da cuenta de que vive una pesadilla, pero además se da cuenta de que él ha elegido vivirla. Por fin alguien da con la metáfora perfecta de lo que quería expresar Sartre.

Sin embargo, usted querido lector puede que sea un hombre muy ocupado para perder el tiempo con metáforas y filosofías que no sirven para nada. La belleza de Descartes no le va a decir nada y probablemente tampoco le alcance Amenábar. Hay hamburguesas y comida rápida que sirven para llevarle la misma cantidad de proteínas envasadas en un limpio envoltorio, van derechos al grano y vencen sus posibles reservas con unos incontestables casos particulares con nombres y apellidos, no se si reales o ficticios, probablemente no importe. Lo cierto es que si usted no tiene tiempo ni ganas, puede leerse un libro de auto-ayuda. Suelen ser malos y el de Wayne Dyer es quizas de lo mejor dentro del conjunto. Pero no se asombre por favor cuando lea que usted y nadie más es el autor de sus preocupaciones. Lo repito: ya lo habían dicho antes.

Wayne Dyer. Tus zonas Erróneas

martes, 16 de julio de 2002

La superstición de la obra definitiva

Cela en su prólogo al Viaje a la Alcarria destruye el mito de la obra definitiva. Tuvo que cambiar el texto de su libro para ajustarlo a las capitulares de una edición y la experiencia le enseñó que una imposición tan espúrea no rebajaba su obra.

QUIZÁS mi libro más sencillo, más inmediato y directo, sea el Viaje a la Alcarria; también es el de más confusa andadura, el que presenta mayor número de variantes. De él hay tres versiones y ésta que aquí ofrezco y que doy por definitiva, hace la cuarta: la de Revista de Occidente, que sigue Espasa?Calpe, la de Destino, con los versos de su cancionero, cada uno en su debido lugar, que sigue Philip Polack, aun sin hacer la aclaración dicha, y la de los Papeles de Son Armadans, en la que sus frecuentes cambios y añadidos vinieron determinados, con frecuencia, por motivaciones más tipográficas que necesarias al hilo de la narración, más estéticas que literarias. Debo aclarar un poco lo que acabo de decir. Uno de los motivos de ornato de la edición de los Papeles, fueron las elegantes y airosas capitulares que grabó el artista catalán Jaume Pla para encabezar cada uno de los doce grandes apartados del libro (la dedicatoria y los once capítulos en los que el libro se divide). Pues bien: al enfrentarnos, Pla y yo, con la realización de la idea que entendíamos conveniente y que terminamos realizando, nos dimos cuenta de que en el libro, que había sido redactado, claro es, sin preocupación alguna a este respecto, figuraba la letra E como inicial de seis capítulos y la letra A como inicial de otros tres. Esta circunstancia -y el lógico deseo de que todas las capitulares fueran diferentes, ya que lo contrario no tendría sentido- me obligó a cambiar el arranque de varios capítulos, curiosa experiencia -o adiestramiento- que me enseñó, entre otras cosas, a ser más humilde y a huir de la estúpida y tan generalizada idea de la última perfección de los logros terrenales. También alargué o acorté líneas, según se iba precisando, e hice mangas y capirotes con mi texto en el mejor servicio, repito, de la belleza tipográfica.


Borges decía lo mismo en un artículo que reunió en su obra Discusión. El artículo se titula Las versiones homéricas. Borges defiende el valor de la traducción.

Presuponer que toda recombinación de elementos es obligatoriamente inferior a su original, es presuponer que el borrador 9 es obligatoriamente inferior al borrador H -ya que no puede haber sino borradores. El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión o al cansancio.

La superstición de la inferioridad de las traducciones -amonedada en el consabido adagio italiano- procede de una distraída experiencia. No hay un buen texto que no parezca invariable y definitivo si lo practicamos un número suficiente de veces. Hume identificó la idea habitual de causalidad con la de sucesión. Así un buen film, visto una segunda vez, parece aún mejor; propendemos a tomar por necesidades las que no son más que repeticiones. Con los libros famosos, la primera vez ya es segunda, puesto que los abordamos sabiéndolos. La precavida frase común de releer a los clásicos resulta de inocente veracidad. Ya no sé si el informe: En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor, es bueno para una divinidad imparcial; sé únicamente que toda modificación es sacrílega y que no puedo concebir otra iniciación del Quijote. Cervantes, creo, prescindió de esa leve superstición, y tal vez no hubiera identificado ese párrafo, Yo, en cambio, no podré sino repudiar cualquier divergencia.


Borges escribió su artículo en 1932, Cela en 1963.

Cela. Viaje a la Alcarria
Borges. Discusión.

domingo, 14 de julio de 2002

La posición del narrador

Hay veces que el autor omnisciente que se aparta de lo que narra en un anonimato casi filmado, es un narrador que reproduce lo que oye y lo que ve. Hay otro narrador omnisciente que prefiere intervenir emitiendo juicios opiniones o consejos moralizantes, como por ejemplo el soberbio Balzac, o nuestro Galdós, algo pastelero. En El Viaje a la Alcarria Cela es ambos a la vez, a veces sucesivamente.

La hija de Marcelina García habla con el viajero:
-¿Va a tomar vino?
-Sí.
La mujer del parador levanta la voz.
-¡Niña, ve por vino!
La niña va a la cocina y sale con una botella vacía en la mano. El parador de Torija es un parador donde no hay vino, un parador donde la niña tiene que ir a buscarlo, cuando a un viajero se le pregunta: ¿Va a tomar vino?, y contesta que sí.


Parece como si se divirtiera siendo primero un testigo usando el estilo directo y luego un narrador usando el indirecto. Es como un mago que se divierte enseñando sus trucos.

El arte de Cela está en su tono, en su manera de acercarse a lo que retrata. Parte de su poder está en la exquisitez con que trata a sus criaturas, incluso las más crueles. Prueba de su respeto es la exactitud con que reproduce lo que ellos dicen o lo que piensan. A veces Cela parece una lente limpia. Si hubiera que buscar un autor que procede de un modo opuesto habría que mencionar a Borges, que impone sus reflexiones a la realidad. Sin embargo hay un punto en el que los dos están completamente de acuerdo. Lo comento en el próximo post.

Cela. Viaje a la Alcarria

jueves, 11 de julio de 2002

Por qué hay que leer a Jane Austen

Consciente o no de ello, Austen vivía dentro de una carcel llamada sociedad victoriana. Parte de sus cadenas y barrotes consistían en ser mujer, otra parte en ser de buena cuna.

En Austen no hay un solo lamento o protesta por su condición, tampoco hay evasión. El mundo imaginario de sus novelas es perfectamente creíble, por ende, rico en detalles para el cazador de datos costumbristas. ¿Para qué escribir entonces? ¿Por qué es necesario leerla nos diría Bloom?

El talento de Austen, su imaginación, se emplean en resolver ecuaciones interesantes, dilemas vitales.

Catherine Morland tiene la suerte de salir de su casa de campo para ir a pasar una temporada en Bath. Allí conoce mucha gente, algunos (Los Thorpe) quiere influir en su gusto y en su elección de amistades. Ella no sabe como decir no sin herir sentimientos. Hacerlo es un arte, y decidirlo, la reflexión que justifica el libro.

La imaginación de Austen, está, al fin, en superar la carcel que es su sociedad. Si bien, ella podría preguntarnos si acaso la nuestra no lo es.


Jane Austen. Northanger Abbey

martes, 2 de julio de 2002

Libros Digitales

Gracias a la informática uno puede guardar y leer una biblioteca en su disco duro o en su cd-rom.

Hay muchos modos de guardar un texto. Por ejemplo el formato Html. La biblioteca Miguel de Cervantes lo ha elegido para sus libros, quizá con la idea de el lector puede conformarse con leer los capítulos en Internet. El mayor defecto de esta idea es que no se presta a una lectura muy personalizada. El libro no es tuyo y no puedes adaptarlo a tus gustos. Algo parecido a leer en un tablón de anuncios.

Los americanos han decidido digitalizar la cultura en dos proyectos enormes en número de volúmenes, se trata de el Proyecto Gutenberg y la Internet Public Library. La segunda almacena sus textos en Html. Gutenberg los guarda como TXT. Este formato podría ser práctico porque es exportable a cualquier otro formato, pero no lo es porque casi todos los textos están escaneados con saltos de línea, es decir, con un retorno de carro al final de cada renglón, como un poema.

Llegamos ya a los dos formatos profesionales. Acrobat Reader permite guardar un texto con un formato y un tipo de letra definido. El autor controla el libro hasta el último detalle, el usuario sólo tiene libertad para imprimirlo. En El Aleph puedes conseguir una extensa biblioteca de libros en ese formato, y en castellano.

Personalmente me quedo con Microsoft Reader. La idea del Reader es que el lector no puede imprimir copias, pero puede leer en el monitor de su ordenador. A diferencia de Acrobat, este formato permite adaptar la letra al tamaño más idóneo para el lector. También deja poner marcadores, subrayados, y anotaciones. España aún no está muy al día en este formato, aunque cualquiera puede convertir un texto. Planeta empezará su aventura este verano. En inglés son recomendables algunas editoriales; Barnes & Noble; La bibliteca de la Universidad de Virginia; Blackmask tiene un fondo muy extenso, pero no tan cuidado en su edición.

Si tu curiosidad por estos libros va más allá, escríbeme.