miércoles, 29 de diciembre de 2010

Incoherentes

No me resulta fácil entender el odio que suscita una religión como la católica, o la cristiana. Siempre he creído que el argumento de Cristo es uno de los mejores de la historia de la literatura. Un perdedor cogido in fraganti en medio de su sedición, crucificado y ridiculizado salvajemente por unos hebreos resulta ser el gran triunfador de la historia. El gran modelo.

Este tipo de historias son buenas, también lo es la película marxista de la lucha de clases; somete toda la dura realidad a un happy end mucho mejor que el cristiano. El Nazismo es peor como película porque la traducción de la voluntad de poder que hicieron de Nietzsche no admite el sufrimiento del héroe, y sin sufrimiento del héroe (con el que se revuelta hasta el límite el cristianismo) no hay tampoco happy end.

Todas estas películas podrían haber sido maravillosas de no ser porque se hicieron religión, o bien se hicieron credo, o bien coherencia. Me importa poco el término. Lo cierto es que se volvieron monstruos. No es lo mismo llorar tres horas por la tragedia de DiCaprio en Titanic que tener que leer un capítulo de la historia en misa cada domingo durante dos mil años seguidos. Lo segundo degeneraría en guerra santa, homofobia y pedofilia, por lo menos.

La coherencia no es una virtud humana. Es una aberración, un quiste, un tumor de la inteligencia... cuando se aplica a las propias reflexiones, a los sentimientos. La existencia humana no es coherente, no es monstruosa. Está viva.

Los hombres que se toman a si mismos demasiado en serio son un peligro. Los nazis que ejecutaron su solución final pecaron de coherentes, la inquisición llevó el cristianismo hasta su extremo... racional, y los marxistas justificaron todo con su credo.

No digo que haya que hacer lo contrario. Es un peligro escribir estas líneas y encima tener razón porque corro el riesgo de ser leído por un lector coherente. Cada vez que escribo siento el peligro de tener razón y acabar, por ello sirviendo de justificación para un crimen, para una atrocidad. Es difícil de explicar. Tan difícil que quizá el humor sea la única forma de verdad admisible. No digo verdadera, perdónenme los coherentes, quise decir soportable.