domingo, 20 de febrero de 2005

Samuel Johnson



Las colonias americanas se rebelaron contra Inglaterra porque no podían aceptar la idea de pagar impuestos sin recibir a cambio una representación en el parlamento. La respuesta de Samuel Johnson durante el conflicto, tal como la recoge Boswell, fue “Estoy dispuesto a amar a toda la humanidad, excepto a un americano”.

Si hubiera estado tan atento a no disgustarle como debía haber estado, no sé cómo hubiéramos llenado estas horas de vigilia, pues, por desgracia, me metí en la controversia respecto al derecho de Gran Bretaña a imponer tributos a América, y quise razonar en favor de nuestros compatriotas del otro lado del Atlántico. Insistí en que América podía ser bien gobernada y que podía hacerle producir suficientes ingresos por medio de la influencia, como se veía en el caso de Irlanda, al mismo tiempo que se podía complacer al pueblo dándole una participación en la Constitución británica, con un grupo de representantes, sin el cual consentimiento no podría imponérseles ninguna carga. Johnson no podía soportar que me opusiera a su declarada opinión, que se había lanzado a defender con un calor extremado, y la violenta agitación en que le vi sumido al responderme, o más bien reprenderme, me alarmó tanto, que me arrepentí de todo corazón de haber sacado la conversación sobre el particular. Yo también me acaloré y el cambio fue grande: de la serenidad de la discusión filosófica en que hacía un momento nos habíamos empleado, gratamente, hasta este estado de ahora.


En religión Johnson decía que nadie tiene derecho a pensar por sí mismo, la religión lo hace por nosotros. Defendía la desigualdad fundamental de las personas, la diferencia de derechos, también la inferioridad de la mujer. Los pobres no deberían ser educados para que no se rebelasen. Todo eso es parte de Johnson.

James Boswell admiraba a su personaje. Nos cuenta cada una de estas perlas filosóficas en el contexto en que fue pronunciada. Nos habla de la pensión donde comían, o de la familia que les había invitado. Entre vinos y comilonas, Boswell tomaba apuntes. Definió a Johnson como un hombre colérico a causa de los humores, y también, como un hombre mal interpretado por sus contemporáneos.

A mi me parece que la mala fama de Johnson era merecida, y también, que su cólera no era fruto de sus humores, sino de una visión del mundo intransigente que sólo se puede sostener con malos modales, lo mismo que un mal gobernante sólo se sostiene con su ejército.

Boswell, por su forma de contarnos las cosas no era un buen cronista. Tuvo la suerte de conocer a un hombre muy superior a él intelectualmente, pero no tuvo la suerte de comprenderlo. Al lector siempre le queda la curiosidad de cual pudo ser la conversación, porque las líneas que Boswell recuerda no son muy interesantes. Fue una época evocadora, todas lo son. Además de Johnson pululan por las reuniones grandes hombres, Macaulay, Rouseau, Voltaire, John Wilkes, Sir Josua Reynolds, Gibbon, Oliver Goldsmith.

James Boswell. La vida del doctor Samuel Johnson.
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miércoles, 16 de febrero de 2005

Los apuntes de Gombrich

Cuando estudiaba era muy fácil distinguir unos buenos apuntes de unos malos. En los buenos todas las ideas tenían un hilo y se podían seguir a lo largo de las clases y las manchas de bocadillo. En los malos cada idea aparecía de repente en medio de la nada, como una seta, y uno no sabía con qué truco mnemotécnico asociarla para recordarla a la hora del examen. La “Historia del arte” de Gombrich es como unos apuntes ideales donde cada idea está anudada con todo lo anterior y añade novedades que el lector pide con fruición. Cada periodo que las demás historias del arte convierten en un amasijo de cientos de obras, Gombrich lo explica con tres o cuatro ejemplos donde se anudan todas las aspiraciones del periodo anterior y las invenciones del nuevo. La verdad es que no entiendo por qué el ministerio de educación no saca una ley que obligue a cambiar todos los manuales de bachillerato por este.



Asustarse de la fealdad le parecía a Caravagio una flaqueza despreciable. Lo que él deseaba era la verdad. La verdad tal como él la veía. No sentía ninguna preferencia por los modelos clásicos ni ningún respeto por la belleza ideal. Quería romper con los convencionalismos y pensar por sí mismo respecto al arte. Algunos consideran que lo que principalmente se proponía era horrorizar al público; que no sintió ningún respeto por ninguna clase de tradición o de belleza. Fue uno de los primeros pintores a los que se dirigieron acusaciones semejantes y el primero cuya actitud fue resumida por los críticos en una palabra: se le acusó de naturalista.

Ernst Gombrich. La historia del Arte.
El cuadro: Caravaggio. La incredulidad de Santo Tomás, h. 1602-1603.

domingo, 13 de febrero de 2005

Ortega

No soy un forofo de Ortega, o sea, de lo que he leído de Ortega. Por su forma de escribir da la sensación de que no le sentó bien lo de ser un intelectual tan reconocido, lo de ser la avanzadilla en un país que estaba tan atrasado. Uno le oye hacer afirmaciones y pontificaciones como un señor al que han llevado pocas veces la contraria. El caso es que leyendo un ensayo que tiene sobre la novela, y que forma parte de “Ideas sobre la novela” encontré una observación muy moderna sobre el género.

En una larga novela de Emilia Pardo Bazán se habla cien veces de que uno de los personajes es muy gracioso; pero como no le vemos hacer gracia ninguna ante nosotros, la novela nos irrita. El imperativo de la novela es la autopsia. Nada de referirnos a lo que un personaje es: hace falta que lo veamos con nuestros propios ojos.

José Ortega y Gasset. La desumanización del arte e ideas sobre la novela.

miércoles, 9 de febrero de 2005

Susan Sontag

La cámara reduce la experiencia a miniatura, transforma la historia en espectáculo. Aunque crean identificación, también la eliminan, enfrían las emociones. El realismo de la fotografía crea una confusión sobre lo real que resulta, a largo plazo, sensualmente estimulante. Sean cuales fueran los argumentos morales a favor de la fotografía, su principal efecto es convertir el mundo en un supermercado o museo sin paredes donde cualquier modelo es rebajado a artículo de consumo, promovido a objeto de apreciación estética. A través de la cámara las personas se transforman en consumidores o turistas de la realidad, pues la realidad es considerada plural, fascinante y objeto de rapiña.
Susan Sontag. Sobre la fotografía.


De niña Susan Sontag fue una lectora empedernida. Se casó con diecisiete años, con un profesor de la universidad que la había dejado embarazada. Se hizo famosa con su colección de ensayos “Contra la interpretación”. Dentro de la obra se citó sobre todo sus “Notas sobre lo camp”. El concepto de camp se podía aplicar a Bach y a los Beatles, a Shakespeare y a Bergman. Lo camp es una forma de mirar el mundo como un objeto estético, es una reivindicación de lo feo, lo artificial, lo exagerado. Se trataba de abandonar los planteamientos moralistas, dejar de juzgar al prójimo, se trataba de destronar la seriedad, el artista como martir.

En los setenta sufrió de cáncer, tuvo una recaída unos años más tarde, ello le inspiró otra gran obra: “La enfermedad y sus metáforas.” Critica la asociación que hacemos entre las enfermedades y la conducta de los que la padecen. Asociamos al enfermo de tuberculosis con la hipersensibilidad, y al enfermo de cáncer con la represión. Con ello hacemos culpable al enfermo de su mal, en vez de víctima, que es su verdadero papel. En los ochenta extendió su visión al SIDA, donde sus planteamientos tenían mucho más que decir.

Sontag fue la intelectual penetrante que ocupó su mente con los problemas de su época, se ocupó del mundo real, no del suyo. Tanto si uno está de acuerdo con sus soluciones como si no, no puede dejar de respetar la actitud con que abordo esos problemas.

Murió el 28 de diciembre de 2004.