lunes, 29 de marzo de 2004

El creacionismo


Salvo por su adscripción política, Gerardo Diego reunía todas las señas de identidad de la Generación del 27. Amaba los toros y la música, recobró a Góngora para los lectores de siglo XX; rechazaba el sentimentalismo y tomó parte en una de las vanguardias del siglo. Hay quien ha querido ver en él influjos del surrealismo, pero no es exacto. Gerado Diego introdujo en España el creacionismo, junto con Vicente Huidobro. El origen de esta vanguardia no es Freud, sino Picasso. Gerardo Diego siempre confesó su deuda con el cubismo.

Kathleen N. March intentó explicarla en varios artículos. El cubismo nace después de la fotografía, nace del desengaño de la representación. El cuadro no tiene valor por su parecido con el mundo, por su capacidad de reproducción, sino como creación. El cuadro no es una representación del mundo, es un objeto nuevo, con un valor en sí mismo. El pintor no olvida la realidad, pero la analiza y la fragmenta para producir su objeto. Fruto de esta visión, el cubista abandona también la búsqueda de lo exótico. Lo cotidiano es lo que él quiere representar.

¿Como se puede hacer lo mismo con el poema? El lenguaje no tiene color, ni textura. Gerardo Diego dice que en efecto, lo que tiene el poeta es la sintaxis, los tiempos verbales, los campos semánticos. Y ¿cómo fragmentar la realidad? El creacionismo responde con la yuxtaposición de temas.

Igual que el cubista, el poeta creacionista elige temas cotidianos, accesibles a cualquier lector. A diferencia del surrealista no cree en la escritura mecánica o espontánea, ajena a control. El poeta analiza y compone con cuidado.

RADIOGRAMA

Que muero de impaciencia. A mí, sirenas,
náyades, ninfas, múltiple cohete.
Aquí, latitud norte, grado siete,
indio mar, meridiano de mis penas.

Abandonad alcázares, entenas,
fanales de gragata, que os promete
mi divino Camoens un grumete,
tatuaje carmesí y azules venas.

Socorred a esta nave de fortuna,
remoto caracol, torpe camella.
La adelantan la brisa, el sol, la luna.

Amor ¿a cuántas millas, ay, tu estrella?
Pronto, deprisa, avante. Todas a una,
que aún no vea las luces de Marsella.

Gerardo Diego. Alondra de verdad.
Kathleen March: Gerardo diego. La poesía como laberinto original. Francisco Rico, Historia y crítica de la literatura española.

viernes, 26 de marzo de 2004

El 27


Si pudiera elegir un momento de la historia volvería al 27, iría a las tertulias literarias y entraría en la Residencia de Estudiantes para escuchar a Lorca, Guillén, Salinas, Dalí, Buñuel. Vivieron un momento crucial de la literatura y de la historia, trabaron amistades intensas y crearon lo mejor de la literatura española del siglo XX.

En diciembre del 27 se reunieron en el Ateneo de Sevilla para homenajear a Góngora. El acto lo patrocinó el torero Ignacio Sánchez Mejías aficionado también a la literatura y al teatro. Desde entonces sirve para denominarlos.

Casi todos los creadores y generaciones comienzan con un parricidio, rompen con sus precursores, con la generación anterior, sin embargo el grupo del 27 engulle todo lo que tiene cerca, a Machado, a Gómez de la Serna, a Unamuno, a Juan Ramón, a Ortega. Con el mismo celo recuperan la tradición, Berceo, Góngora.

Son a veces difíciles de leer. Como muestra Octavio Paz, el poeta moderno no escribe en un código de valores admitido de antemano, ni religioso, ni moral ni político; de hecho no escribe en un código lingüístico que comparta con el lector. Desde Baudelaire, la poesía crea sus imágenes, y también sus códigos, incluso los verbales. Por eso tiende al secreto, al hermetismo.

lunes, 22 de marzo de 2004

Controvertido Bloom



Uno de los críticos de literatura que más me interesan, Bloom, es también uno de esos tipos que siempre están pisandome los callos. Ya tenía una buena liada con él a causa de Harry Potter, pero es que ahora viene a meterse con mi vaca sagrada: los ebooks. En fín, ¿qué le he hecho yo a este hombre?

I have reached the very sad conclusion that what most threatens the future of reading is the, I will not say probability, but the real possibility of the disappearance of the book. I begin to fear that what it means to be alone with a book--the various ways in which you can hold a book in your own hands and turn the pages and write in the margins when you are moved to do so, underline or emphasize when you are moved to do so--might almost vanish, that the technological overkill of the latest developments we are moving towards, the e-book sort of thing which Mr. Gates and others are proclaiming might perhaps put the book in jeopardy.

De Harry Potter dijo una vez (en una entrevista para Clarin) que un niño que empezara leyendo Harry Potter nunca llegaría a leer a Shakespeare. Y también:

Can more than 35 million book buyers, and their offspring, be wrong? yes, they have been, and will continue to be for as long as they persevere with Potter.

lunes, 15 de marzo de 2004

Mentiras y mentiras



Hay grandes novelas que son apologías de la mentira. Piensen en “Lo que el viento se llevó”. Ashley Wilks es bueno porque deja que Scarlett sueñe que es correspondida aunque no lo es. Miente. Rett es malo cuando advierte al sur de que va a perder la guerra, y se vuelve bueno cuando lucha por el sueño de los perdedores, por la mentira. Cuando muere la hija, su amor llega al extremo de que no puede admitirlo y no deja que nadie la entierre porque la niña no soporta la oscuridad. Los buenos son los que sueñan, no los que dicen la verdad. Tampoco Don Quijote nos cae mal cuando cree que los molinos son gigantes o que él puede desfacer entuertos. Casi preferimos su mentira a la verdad. Y vengo a decir lo mismo del protagonista de “Big Fish” de quien importa más lo que sueña que sus datos biográficos.

Hay mentiras hermosas, mentiras necesarias. Pero también hay mentiras abominables, y mentiras inoporturnas. El partido popular sufrió un descalabro electoral ayer cuando estaba a punto de ganar la mayoría absoluta por culpa de sus mentiras; porque todas las mentiras no son iguales.

miércoles, 10 de marzo de 2004

"Mucho ruido y pocas nueces". O por qué tu mejor amigo te quiere quitar la novia




Hay en “Mucho ruido y pocas nueces” una pareja que se parece en sus idas y venidas a tantas otras que vale la pena hablar de estos dos personajes.

Claudio llega al castillo donde vive Hero y se enamora de ella nada más verla. Se lo cuenta al príncipe de Aragón, Don Pedro, y este se ofrece a ayudarle; en el baile de disfraces fingirá ser él, y la cortejará para ofrecérsela. Lo que ocurre es que una vez en el baile, el enamorado Claudio ve que su amigo va demasiado lejos y la corteja para sí, cosa que lo enfurece. Todo acaba bien, y el príncipe media para que la doncella se prometa en matrimonio a Claudio.

Más tarde es el hermano bastardo, don Juan, quien conspira para que todos piensen que la prometida Hero tiene una aventura con un rufián. Claudio cree la mentira y espera al día de la boda para insultarla y rechazarla públicamente.

La pregunta es, ¿cómo un hombre que ama a una mujer puede llegar a despreciarla de tal manera?

Girard tiene una explicación a la altura de la obra. Claudio, no está seguro de lo que siente, necesita para enamorarse, sentir que otro hombre, como el príncipe, también la desea. Por eso accede al juego. Necesita ver a Don Pedro cortejar a su chica para enamorarse él, lo mismo que alguna vez tú te fijas en la novia de tu amigo. El aprecio que Claudio siente por Hero está en el aprecio que ve por parte de otros.

Girard llama a este sentimiento el “deseo mimético”. Y si alguien se siente inocente, por favor, que tire la primera piedra. A la persona que con su deseo enciende el tuyo, la llama mediador. Don Pedro es el mediador.

Pero una vez Claudio tiene el corazón de la muchacha, ya no le interesa. Ésta ha perdido el aliciente. ¿Cómo reavivar la pasión? Con los celos, con la sospecha de que otros la desean y la poseen, o sea, buscando otros mediadores. La figura del bastardo don Juan no es más que una excusa para que el público no se sienta incómodo con el desarrollo de los personajes. Si Shakespeare nos mostrara a Claudio acusando gratuitamente a Hero de ser una furcia el drama perdería su fuerza. Pero sería bastante cercano a la realidad de los Claudios que hay en el mundo...

Por último, una reflexión más. ¿Cómo viviría Hero una historia como esta? Creo que de un modo parecido a como describe Sor Juana Inés de la Cruz en este poema.

William Shakespeare. Mucho ruido y pocas nueces.
René Girard. Shakespeare, los fuegos de la envidia.
Sor Juana Inés de la Cruz. Poesía completa.

lunes, 8 de marzo de 2004

Carlos Ruiz Zafón. La sombra del viento

El Cultural. Ricardo Senabre

La sombra del viento posee, como algunos títulos de Mendoza o Pérez Reverte, todas las características para convertirse en una novela de éxito, por la enorme cantidad de motivos y modalidades narrativas que encierra.

Hay en ella, en efecto, numerosos misterios, oscuras historias de familia, amores desdichados y trágicos, venganzas, asesinatos, sorprendentes anagnórisis, ingredientes todos ellos de una compleja historia enmarcada entre 1932 y 1966 en una Barcelona brumosa y a menudo hostil, donde los personajes pueden deambular con igual naturalidad por el caserón abandonado y amenazador de la avenida del Tibidabo, que parece surgido de Poe, o por un palacio ruinoso que alberga el Cementerio de los Libros Olvidados, imaginativa creación que no hubiera desdeñado Borges.

Barcelona Review. Fernando Hervás

La sombra del viento, es una tragedia amorosa y, al mismo tiempo, un ejemplo de pasión por la ficción clásica en una época de ficciones televisivas. Como señala el autor en una entrevista publicada en ABC, "gran parte de la ficción actual es pura pose: relatos cortos disfrazados de novela con cuerpo de letra grueso y muchos espacios en blanco; personajes poco trabajados que entran y salen como en un programa de televisión".

Guía Cultural. Javier Memba

Los encendidos elogios que Joschka Fischer, ministro alemán de asuntos exteriores, hizo en la pasada edición de la Feria del Libro de Francfort de la última novela de Carlos Ruiz Zafón son el mejor ejemplo de la pasión que este autor barcelonés desata en aquel país. El aplauso que crítica y público han dispensado a `La sombra del viento´, el texto en cuestión, reflejan idéntico entusiasmo. Tanta ha sido la admiración despertada por este escritor en la patria de Goethe que Suhrkamp-Insel, la editorial alemana del libro, compara el fenómeno con el desatado en su momento por `Corazón tan blanco´ de Javier Marías. Emili Rosales, de Planeta, la editorial española del libro, cifra en 100.000 los ejemplares vendidos en tan sólo un mes en Alemania. Eso ha debido de ser la causa de que reparemos en que aquí, aunque el éxito de Ruiz Zafón no se haya publicitado tanto como otros, “La sombra del viento” (Planeta) lleve 60 semanas en las listas de los libros más vendidos.

He recopilado tres opiniones sobre el libro que estoy leyendo. ¿Alguien más lo ha leído?

sábado, 6 de marzo de 2004

Yo soy yo y mi fantasía

Si la famosa frase de Ortega, esa que define a uno como lo que es y sus circunstancias, fuera exacta, la vida sería una prisión insoportable donde todo sería calculable en hechos, una especie de infierno conductista. Yo prefiero a Girard que se podría parafrasear así: yo soy yo y mis envidias.

Tim Burton acaba de estrenar Big Fish donde el pasado de un hombre es pura fantasía y leyenda. Su hijo decide investigarlo para descubrir la verdad, pero lo que descubre es que esa fantasía representa mejor a su padre que los tristes hechos que vivió. Su padre no cabe en cuatro datos circunstanciales, su padre existe en el gran pez y la bruja del ojo de cristal. Nuestros sueños, dice Burton, nos definen mejor que nuestras “circunstancias”.

Howard Fast fue encarcelado por Macarthy, porque se negó a dar la lista del colectivo que ayudó a la República Española en Francia. “Espartaco” nació en ese cautiverio de tres meses.

Chesterton decía que el monárquico Walter Scott poseía de modo extraño el aliento de la Revolución porque consideraba que el lenguaje era el arma natural de los oprimidos. Howard Fast tiene la misma profunda intuición: “Espartaco” es una historia de las historias, narra cómo en los relatos y los natos que las comunidades hacen y deshacen viajan las semillas de revuelta contra el despotismo. En su celda de gladiador, "Espartaco había escuchado de labios de Crixo el relato de la continua e interminable lucha de los esclavos sicilianos". Los nombres de los esclavos rebeldes circulan de boca en boca, con esa magia y dureza diamantina que tienen los nombres propios, agujereando el silencio decretado por los romanos: Eunos, Athenion, Salvio... Espartaco sabe bien que las guerras se ganan ante todo en los imaginarios.

[BABELIA: El mito indestructible. Amador Fernández Savater]

El Cultural: Big Fish. Jesús Palacios. 4 de marzo de 2004
Babelia: El mito indestructible. Amador Fernández Savater. 6 de marzo de 2004.

martes, 2 de marzo de 2004

El arte no es comunicación



Muchos lectores conocerán el cuadro de Van Gogh de su modesto dormitorio, pintado en Arles en 1889. Es una de las escasísimas obras de arte en que conocemos la significación expresiva que tenía para el artista. En la maravillosa correspondencia de Van Gogh hay tres cartas relativas a esta obra, que determinan claramente el significado que tenía para él. En octubre de 1888, en carta a Gauguin, dice:

En cuanto a la decoración [de mi casa], he pintado mi dormitorio con el mobiliario de madera clara que conoces. Me divirtió enormemente pintar ese interior sin nada en él, con una sencillez al estilo de Seurat: con pinturas planas pero toscamente administradas, pigmento puro, las paredes de un violeta pálido...

Quería expresar una calma absoluta con estos tonos muy distintos, sabes, donde sólo hay blanco en el espejo con su marco negro...

En carta a su hermano Theo confirma su intención y la explica con más detalle:

Aún tengo fatigada la vista, pero tengo una nueva idea en la cabeza [...] esta vez se trata sencillamente de mi dormitorio; aquí sólo debe operar el color, y, dándole un mayor estilo a las cosas por su simplificación, ha de sugerir el reposo o el sueño en general. En una palabra, al contemplarse el cuadro debe descansar el pensamiento, o, mejor aún, la imaginación.

Las paredes son de violeta pálido. El suelo, de tablas rojas. [...] Las puertas, lila.

Y esto no es todo; no hay nada en esta habitación con los cerrojos echados. Las amplias líneas de los muebles deben expresar también un reposo inviolable [...].

Suprimo la sombras y el modelado y he dado los colores con tintes planos, como los grabados japoneses. Esto contrastará, por ejemplo, con La diligencia de Tarascón y El café nocturno.

Tenemos aquí una pista importante. Van Gogh había escrito, sobre El café nocturno, que quería demostrar que era un lugar donde uno podía volverse loco. Para él, con otras palabras, su pequeña habitación era un refugio tras la fatiga causada por el trabajo, y ese contraste le llevó a destacar su tranquilidad. La simplificación que tomó de Seurat y del grabado japonés estaba para él claramente enfrentada a las pinceladas grafológicas expresivas que habían llegado a ser características de su estilo. Vuelve a subrayarlo en otra carta a su hermano: «Nada de picado, nada de sombreado, nada, zonas planas, pero en armonía.» Van Gogh experimenta esa modificación del código como algo que expresa calma y reposo. ¿Comunica esa sensación el cuadro del dormitorio? He hecho esta pregunta a sujetos no documentados sobre la cuestión, y ninguno señaló este significado; aunque conocían el texto (el dormitorio de Van Gogh), no conocían el contexto ni el código. El hecho de que no se capte el mensaje no habla en contra del artista ni de su obra. Sólo habla en contra de la equiparación del arte con la comunicación.


E. H. Gombrich. La imagen visual: su lugar en la comunicación. Scientific American, 1982.

lunes, 1 de marzo de 2004

Cómo evitar un terremoto

Como el metro está lleno de bocas, no me costó imaginar que se trataba de un monstruo mitológico, sediento de cuerpos, al que había que sacrificar diariamente cientos de miles de doncellas y de jóvenes que, como yo, se introducían sumisamente entre sus fauces para calmar su ira. Si le das un sentido a lo que haces, cuesta menos llevarlo a cabo, por doloroso que sea. Yo estoy harto de montar en metro, y de ir a la oficina a ganarme la vida. La verdad es que estoy harto de todo, también de la existencia; por eso imagino cosas que no son, para soportar la existencia, que es un valle de lágrimas, un destierro, aunque no sepamos de qué clase de patria hemos sido expulsados, sobre todo los que no hemos hecho nada. Así que esa mañana imaginé que el metro era un monstruo mitológico, ya digo, con un estómago tan grande que necesitaba una boca en cada barrio para calmar su sed de cuerpos.

En cuanto a mí, me hice a la idea de que era una croqueta de jamón y me dejé devorar por la boca de Canillejas a las siete de la mañana. Las magnitudes de aquellas fauces eran impresionantes, pero el monstruo debía de ser muy viejo, o quizá necesitaba una limpieza de boca: miraras donde miraras, sólo veías sarro, sarro por todas partes. Yo creí que los monstruos mitológicos eran más limpios, la verdad. Recuerdo que iba junto a otros cientos de croquetas, que habían sido engullidas de un solo bocado por aquella bestia insaciable, cuando vi a mi lado a una chica de diecisiete o dieciocho años que me conmovió mucho; era preciosa, de película, digna de ser sacrificada a un dios y no a aquella por quería de animal desdentado y con halitosis. Descendíamos hacia el estómago a toda velocidad, lo noté porque las paredes agrietadas de esa zona segregaban jugos digestivos, aunque el funcionamiento de las glándulas secretoras era tan deficiente que parecían goteras. Con un poco de imaginación, podías hacerte a la idea de que en lugar de encontrarte en las entrañas de un gigante, estabas debajo de la tierra, en el metro, por ejemplo, de camino a la oficina.



Así que cerré los ojos y comencé a visualizar en mi interior un vagón al tiempo que repetía mental mente: "estoy en el metro, en el metro, en el metro, en el metro...". La letanía empezó a funcionar, y al poco me convencí de que los movimientos peristálticos y antiperistálticos del intestino que nos digería eran en realidad las sacudidas normales de un convoy lleno de pasajeros. No lo hice por mí, a mí no me importa ser devorado, he nacido para eso, para que me devoren, pero sentía una piedad muy especial por aquella chica y preferí pensar que en lugar de estar siendo digerida, se dirigía a una acádemía.

Al llegar a Ópera, el proceso digestivo cesó y fuimos expulsados al exterior al mismo tiempo; yo debía de tener un aspecto espantoso, de vergüenza, pero ella continuaba intacta a pesar de la cantidad de bilis que el hígado de la bestia nos había arrojado por encima. Sin duda, se trataba de una diosa mitológica. Lo sé porque desde aquel día veo cómo es tragada por la boca del monstruo en Canillejas, a las siete, y la sigo hasta Ópera, donde desciende intacta media hora más tarde, como si, en lugar de salir de un aparato digestivo, surgiera de una concha marina. Yo continúo dejándome comer, porque sé que si el monstruo nota un día mi ausencia, se incorporará furioso desde las profundidades en las que habita, rompiendo el pavimento al juntar todas sus cabezas. Es lo que técnicamente se llama un terremoto, un terremoto que gente como yo y como mi diosa mitológica logramos evitar día a día ofreciéndonos a la bestia en Canillejas, aunque aliviamos la digestión imaginando que en realidad se trata de un medio de transporte en el que nos dirigimos a ganarnos la vida.

Juan José Millás. Cuentos.
Foto de Francesc Català-Roca. "Azafata saliendo del metro en la Gran Vía."