domingo, 15 de noviembre de 2020

La economía oculta de una fiesta VIP

The Economist.com

Un millonario con diez chicas exhiben su alegría en Instagram y en revistas de papel couché; gasta 2000 dólares en una noche. Es una nueva élite que ha nacido de la desregulación del sector financiero.

Los oligarcas de los hedge-funds, los inversores de Silicon Valey se esparcen por el planeta en locales de fama, de St Tropez a Miami.

Mucha gente no sabe que esas fiestas locas están preparadas minuciosamente. Yo estuve en ellas de 2010 a 2014 porque antes de socióloga era modelo. Se dieran cuenta o no , las actrices de esta vida participaban en un teatro que creaba valor para ciertos hombres, los promotores de los clubes, y los que querían establecer una red de contactos. El interés para las mujeres es más difícil de precisar.

Dre era un promotor. Su talento era traer modelos, en su mejor momento, 5 cada noche. Él sabía hablar a las chicas. Yo pasé tiempo con Dre y aprendí la economía de sus esquemas que él llevaba tan bien. Él era como un chulo. Puede que alguno de los clientes tuviera sexo con las chicas, pero no lo vi. La idea de llevar modelos exuberantes era hacer que los clientes gastaran dinero. Los locales llegaban a cobrar 1000 veces el precio del alcohol. Los clientes pagan para no tener que llevar las chicas. Pagaban por la ilusión de la espontaneidad.

Dre tenía talento. Un dueño le pagaba 1000$ la noche por llenar el local con chicas. Se sentaba como si pasara de todo pero miraba como un halcón. Conocía a todos los millonarios.

Los clubes le daban a Dre un sobresueldo por traer a alguien con ganas de gastar. Su parte era un 10 o 20%. No era dinero fácil. Los promotores pagaban a las modelos taxis, comidas y regalos por cientos de dólares al día. En un buen año, Dre hacía $200.000

Los clientes llamaban a Dre cuando querían pasarlo bien. Lo mejor eran las ballenas. Esos estaban ansiosos por gastar un millón en una noche. Jho Low gastaba un millón cada noche que salía.

La mayoría eran banqueros, tecnólogos, que gastaban menos pero pagaban a todos.

Si le preguntas a alguien por qué un millonario gastaba miles de dólares en una noche en alcohol te diría que a los ricos les gusta aparentar. Pero había tabúes, los clientes que entrevisté decían: ridículo, estúpido, derroche y loco a menudo. Para que el teatrillo funcionara hacía falta público. Ahí entraban las modelos. Un promotor me lo explicó. Una modelo es como una farola. Entra en el club y los tíos dicen: este club es la leche, otra botella.

Para conseguir el efecto hacen falta modelos, delgadas, bellas, altas. Las aficionadas pueden hacer de relleno. A diferencia de las camareras que eran voluptuosas y atraían las fantasía sexuales, la modelo representa la versión inalcanzable de la atracción.

Las orgías de gasto no iban dirigidas a impresionar a las modelos. Llegué a la conclusión de que eran para impresionar a otros tíos. Una vez una amiga vio una competición de dos clientes indios por pedir la botella más rara. El estatus es una cosa delicada. Ello hace que los clubes construyan un entorno que la búsqueda de estatus un producto secundario de una noche de diversión. Cada noche es una película.

A diferencia de los promotores y los dueños de los clubes, las chicas no ganaban dinero. Por qué iban? Me llevó meses averiguarlo.

Las propinas eran parte de la respuesta. Sacaban comidas, champagne, y entradas gratuitas.

Algunas modelos venían de países pobres como Chequia o Brasil y no podían pagar el tren de vida.

Uno de los más jugosos pagos era el viaje anual a Miami. Katia la conocí en uno de esos viajes. No se sentía obligada a tener sexo pero lo tenía con los que le gustaban y algún promotor. Ella tenía dinero para pagar sus gastos y salía con hombres modelo. Le parecía bien aquella vida.

La mayoría de las chicas pensaba que seguir a los promotores sería rentable a largo plazo. Un beneficio era la cultura. Acercándote a los círculos de los inversores podías mostrar los buenos rasgos de educación. Reconocían los libros, comida y vinos. Una modelo me contó que había aprendido a usar el tenedor con la izquierda, otra a ponerse menos maquillaje como las chicas de dinero. Le gustaban las conversaciones. No iba a hablar de aventuras financieras en el bar de la esquina.

Las chicas pensaban que tener amigos millonarios se volvería útil. Penny conoció directores de cine.

Pero cuando investigué me di cuenta de que había una adicción para muchas jóvenes. Recibían regalos y halagos de hombres que otras mujeres no podían porque no eran bonitas. “Acabas sintiendo que eres de la élite”, dijo una.

Al principio yo pensé que los promotores eran los villanos, manipulando a las chicas. Pero no se trataba de una relación de explotación. Una razón de que las modelos fueran a los clubes era que los promotores eran muy hábiles haciendo que lo desearan. Dre, por ejemplo era muy fiable y amable.

Dre era africano y aprendió que su acceso a los ricos dependía de sus habilidades sociales. Conocía a famosos y conocía a las chicas que esos hombres poderosos podían desear.

Thibault tenía un método profesional de reclutar chicas de la industria de la moda. Los buenos promotores se trabajaban su relación con las modelos, invitaciones, etc. Para ellas, eran como buenos amigos, familia. También se implicaban con ellas románticamente. Se acostaban con ellas para que no parecieran unos empresarios contratándolas, pero en realidad gestionan su trabajo. Las reclutan, controlan y disciplinan para que no se vayan una noche antes de que acabe la fiesta.

Irónicamente el puesto del promotor y el de la modelo eran parecidos. Igual que ellas, los promotores soñaban con unirse a los ricos, pero no podían conseguir el dinero ni el estatus. Sólo podían aparentar que pertenecían al grupo. Dre buscaba un golpe de suerte en cada salida, cada noche, cada encuentro. Pero nunca llegó a nada.