Yo era mediopensionista y no vivía cerca del colegio, así que la mayor parte de mis días transcurría entre las tripas de aquel coloso de ladrillo rojo que me engullía a las nueve y cuarto de la mañana y no me vomitaba hasta las cinco y media de la tarde. Entonces, como supongo que le ocurriría a la mayoría de los niños sometidos a la misma agotadora rutina, tenía la sensación de pertenecer a dos casas diferentes, de vivir dos vidas no sólo distintas, sino opuestas, hasta irreconciliables entre sí, y mi madre, que pertenecía al mundo de la cama caliente y el desayuno copioso de los fines de semana, parecía estar allí, a deshora, para revelarme que aquellos placeres formaban parte de una realidad más poderosa, más perdurable que los muros que nos rodeaban, porque ella podía venir al colegio para rescatarme en un momento tan delicado como aquél, pero el colegio nunca podría penetrar en sus dominios.
Almudena Grandes. Malena es nombre de tango.