René Girard investiga en sus libros la esencia de la envidia y de los celos. En el deseo, dice, hay tres elementos, el sujeto, el objeto y un tercer vértice que él llama el mediador.
Cuando Don Quijote sale en busca de aventuras no está a solas con su afán, Don Quijote imita al Amadis que ha creado un modelo y unos objetos de deseo, la fama, la aventura, la dama. El Amadis es el mediador, es la persona que siembra el deseo.
La reflexión de Girard es válida fuera de la literatura. Cualquiera que quiera conquistar a una mujer sabe que no hay camino más fácil que gustar a su amiga. La amiga, diría Girard, es la mediadora.
La gran mentira romántica surgió en el siglo diecinueve y consiste en creer que el deseo es algo personal que surge de la nada, como si fuéramos pequeñas deidades.
El título del libro resume la idea, la verdad novelesca consiste en entender el triángulo del deseo. Si un autor habla de los afanes de un personaje y de la fuente de esos afanes, es novelesco; si hace surgir el deseo de la nada, como algo entre el objeto y el sujeto, entonces nos obsequia una mentira romántica.
El cristianismo presenta a Cristo como inspiración deseos y como modelo, o sea, un mediador, por eso el cristianismo es una verdad novelesca.
René Girard. Mentira romántica y verdad novelesca.