Creo que el ejercicio de Carlos Fuentes debería hacerlo todo el mundo. El mexicano ha puesto en orden sus ideas, sus intereses, sus recuerdos, y les ha dado un orden alfabético.
En literatura son importantes para él Kafka y Cervantes. En política se define a la izquierda dentro de la democracia, y sorprende para un español que González le parezca modélico. Su religión es un teísmo sin curas. En filosofía se confiesa seguidor de Witgenstein.
Alguien puede pensar, después de leer su espléndido recorrido por la cultura en el recién inaugurado milenio que es inútil escribir algo parecido porque no se puede mejorar la marca. La historia del arte ha sido tradicionalmente el libro Ginness y las personas del montón nunca hemos tenido voz, pero yo invito a todo el mundo a este ejercicio de repaso. Fuentes ha vivido una vida intensa ha viajado mucho, y ha leído más. Y sin embargo no es la superioridad intelectual del autor lo que otorga el interés a su recuento, es la experiencia, la cercanía de lo que cuenta. Y es por eso que sus pasajes más intelectuales y poco personales son los que se leen más deprisa sin reparar mucho en ellos. El más íntimo se titula Hijos. Su hijo Carlos murió a causa de la hemofilia que le llevó a contraer el SIDA. Los más prescindibles son los del Carlos Fuentes entonando las admitidas consignas del ciudadano politely correct de nuestros días, que fustiga el racismo, la globalización o los gulags de Stalin sin salir de la abstracción de los rótulos.
Carlos Fuentes. En esto creo.