lunes, 22 de diciembre de 2003

La trampa de la justicia

Para un profesor que le toca dar clase en un primer ciclo de ESO, como yo, el tema donde te juegas el tipo es el de la justicia. Los alumnos de primer ciclo son personas, no sólo más pequeñas que las que siempre hemos tenido en clase en los institutos, son sobre todo seres sedientos de justicia. El primer día de clase se presentan mostrándote un estuche roto o bien una calculadora desaparecida. Algunos se limitan a dar cuenta de un insulto del cual son víctimas. Dependiendo de tu respuesta ellos se pasarán un curso atentos o bien cruzados de brazos.

Debo haber olvidado mi infancia ¿Qué es esa necesidad tan urgente para todos los alumnos? ¿Vale la pena tirar un curso porque tu profesor no te apoyó o no se enteró cuando te sentiste agraviado?

Este texto es de Wayne Dyer.

El sistema legal promete justicia. «La gente exige justicia», y hay personas que incluso trabajan para que así sea, para que haya justicia. Pero generalmente no sucede. Los que tienen dinero no son condenados. A menudo, los jueces y los policías se venden a los poderosos. Un presidente y un vicepresidente de los Estados Unidos son perdonados o despedidos con una leve reprimenda después de haberse demostrado que eran culpables de actividades delictivas. Los pobres llenan las cárceles y no tienen casi la menor posibilidad de golpear al sistema. No es justo. Pero es cierto. Spiro Agnew se hace rico después de no pagar sus impuestos sobre la renta. Richard Nixon es exonerado y sus cómplices pasan unos pocos meses en las mejores prisiones mientras que los pobres y los miembros de grupos minoritarios se pudren en las cárceles esperando la vista de su causa, esperando una oportunidad. La visita a cualquier tribunal de justicia, o cuartelillo de policía nos demostrará que para los poderosos e influyentes hay reglamentos especiales aunque las autoridades lo nieguen empecinadamente. ¿Dónde está la justicia? ¡En ninguna parte! Tu decisión de luchar contra ella puede ser admirable, sin duda, pero tu elección de dejarte perturbar por ello es tan neurótica como la culpa, como la búsqueda de aprobación o cualesquiera de los otros comportamientos autoflagelantes que constituyen tus zonas erróneas.


Wayne Dyer. Tus zonas erróneas.