La extravagante Holly Golightly es una de las grandes creaciones de Capote. Pero la versión hollywoodiana es una creación de Audrey Hepburn, la actriz inunda la pantalla con su encanto. En el libro ella tiene 19 años; Hepburn había cumplido 32 cuando la rodó en 1961. El cambio más notable es el del casi anónimo narrador, que en la película pasa a ser un galán, George Peppard. Blake Edwards no hizo mal su trabajo. La sofisticación de la muchacha, que oculta una vulgar muchacha de pueblo en el libro, esconde, también, en la versión del director una mujer sensible y casadera. Por eso la película tiene un romance y el libro no.
Audrey Hepburn rodó tres años más tarde la versión musical de Pygmalion, My fair lady. Esta vez fue Cukor quien cambió el final. Bernard Shaw había aclarado en el epílogo de su obra que Eliza Doolitle no podía casarse con Higgins, propone al tontorrón de Fredie como mejor candidato, pero el telón ha caído mucho antes para el espectador. Cukor insinúa que entre Higgins y Eliza va a haber algo más que camaradería profesional. De nuevo, el cine, con su química, y sus actores, está pidiendo un romanticismo que el escritor evita en sus textos.
Después de ver “Master and Commander”, muchos amigos me han comentado que se vuelve pesada a medio camino. Yo no les dije lo que pensaba, porque no quería sonar a maruja, pero lo voy a hacer ahora. A la película le falta una historia de amor. Puede que el libro funcione sin ella, pero un barco lleno de marineros con un oficial y su médico tocando el violonchelo no tiene gracia.
Truman Capote. Desayuno en Tiffany's.
George Bernard Shaw. Pygmalion.
Patrick O'Brian. Capitán de Mar y Guerra.
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