Paso la tarde de domingo corrigiendo exámenes de primero de la ESO. Pongo alta la música de John Williams que es grandilocuente y enfática para ayudarme a llevar una tarea de amanuense más bien incolora. En toda la casa suena la batalla de las naves de la Alianza contra las del malvado Darth Vader mientras yo marco pacientemente con un boli bic rojo las faltas de ortografía que son siempre las mismas.
Compruebo con cierto placer que mis alumnos se equivocan ya con analogías inglesas.
Todo el mundo sabe que los niños establecen falsas analogías y por eso piensan que “sabo” es la primera persona del presente de indicativo del verbo saber. Los estudiantes de inglés también establecen analogías, pero con la lengua que les es familiar, el castellano. Por eso resulta agradable ver que a estas alturas, aunque siguen equivocándose, ya emplean para sus errores los moldes sajones.
Saben que 30 suena “cirti” en inglés, y usan el tres, “three” para completar la raíz del número. Por eso escriben “theerty”, en vez de “thirty” que se acerca más al sistema fonético castellano.
Ya sólo les queda escribirlo correctamente. Equivocarse se equivocan con toda propiedad.
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