martes, 25 de mayo de 2004

Henry Miller

Una de las premisas estéticas de Henry Miller es no corregir lo que fluye de su mente. Es una escritura automática que no tiene nada de fácil porque la mente de Miller bulle desmadrada en los dos Trópicos. Este fragmento pertenece al de Cáncer.

El teléfono interrumpe esta reflexión, que nunca habría podido llevar a término. Alguien viene a alquilar el piso...

Parece que mi vida en Villa Borghese ha acabado. Bien, cogeré estas páginas y me largaré. Siempre pasan cosas. Parece que dondequiera que voy hay un drama. Las personas son como los piojos: se te meten bajo la piel y se entierran en ella. Te rascas y te rascas hasta hacerte sangre, pero no puedes despiojarte permanentemente. Dondequiera que voy las personas están echando a perder sus vidas. Cada cual tiene su tragedia privada. La lleva ya en la sangre: infortunio, hastío, aflicción, suicidio. La atmósfera está saturada de desastre, frustración, futilidad. Rascarse y rascarse... hasta que no quede piel. No obstante, el efecto que me produce es estimulante. En lugar de desanimarme, o deprimirme, disfruto. Pido a gritos cada vez más desastres, calamidades mayores, fracasos más rotundos. Quiero que el mundo entero se descentre, que todo el mundo se rasque hasta morir.

Henry Miller. Trópico de Cáncer.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

es un libro de carajo!!!!
si no lo leyeron los envidio
porque descubrirlo es
un momento maravilloso

Anónimo dijo...

Imposible describir los tropicos de Miller.Demasiado buenos.