sábado, 24 de mayo de 2008

Rulfo

Si nos creemos lo que dicen los manuales, la literatura es un desfile de modelos donde concursan señores con diseños, adjetivos y perífrasis que el resto de los mortales no somos capaces de usar. En una historia de las letras de manual, Rulfo vendría a ser algo así como el feo achaparrado. No he descubierto en sus cuentos ni una sola violencia estética, ni un solo regalo para los oídos.

En todas las historias, el héroe aplasta en su camino a unos cuantos donnadies insignificantes que están allí para molestarlo. En los cuentos de Rulfo, esos donnadies son los protagonistas. En los cuentos de Rulfo no hay héroes valientes, el único acto de valor es el que hace el narrador, el de contar la historia de los perdedores hasta el final.

Si las historias de Rulfo vinieran acompañadas de una larga explicación, moraleja y exordio, igual que todas esas amables presentaciones power point que recibo en mi correo cada día, lo más probable es que me rebelara contra las explicaciones. Pero no hay en Rulfo ni una sola acusación. Rulfo muestra a la víctima, el dolor, la herida, la miseria. Tras una inundación, muestra al político. Pero no sabemos quien tiene la culpa de qué. Y precisamente por eso, porque él no nos va a intentar convencer de quien es, es mucho más probable que acabemos pensando como él.

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