Kundera definía el Kitsch como un universo donde no existe la mierda. Murakami es kitsch. Los dos protagonistas de After Dark, Mari y Takahashi se encuentran en un garito a altas horas de la noche y charlan. Pero no de desahogan. No se expresan. Cada uno, cuando abre la boca está pintando un yo ideal y bastante repipi donde no caben debilidades ni exabruptos. No hablan entre sí, hablan para nosotros, para los millones de lectores que somos testigos de la conversación. Hablan para el confesor, o bien, para la cámara. Todo es guay en Murakami. No hace falta añadir cuanto desprecio este tipo de literatura.
Haruki Murakami. After Dark. Tusquets editores, 2008.
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