La Enciclopedia Álvarez regoge un extenso muestrario de la ignorancia a la que se invitaba a los escolares del postfranquismo. En aquel entonces, un alumno era despachado con una palmadita si era capaz de recordar que Platón era un sabio al que llamaban "El divino" y que le gustaba frecuentar plazas y talleres para enseñar. El alumno debía recordar esta y alguna otra anecdota para pasar la mañana y debía ser capaz de pintar un rótulo amanerado para completar su ración de cultura. La imaginación, en aquella época no tenía otros colores que los cuatro básicos de la portada. Unos dibujos naif, obra el mismo narrador, eran la única ventana al mundo lejano que se estudiaba.
Es chocante pensar que un muchacho capaz de leer y memorizar este tipo de trivialidades pudiera considerarse más ilustrado que otro que no lo hacía.
La divagación me lleva por derroteros peligrosos. Llego a preguntarme que tienen nuestros libros de consulta que sea digno de envidia de Álvarez. Más palabras, más colores. Acaso las demás enciclopedias no sean tan distintas de la de Álvarez, con su afán por enlatar la ignorancia en un conjunto de afirmaciones sostenidas con firmeza.
Enciclopedia Álvarez. Tercer Grado