La hija de Marcelina García habla con el viajero:
-¿Va a tomar vino?
-Sí.
La mujer del parador levanta la voz.
-¡Niña, ve por vino!
La niña va a la cocina y sale con una botella vacía en la mano. El parador de Torija es un parador donde no hay vino, un parador donde la niña tiene que ir a buscarlo, cuando a un viajero se le pregunta: ¿Va a tomar vino?, y contesta que sí.
Parece como si se divirtiera siendo primero un testigo usando el estilo directo y luego un narrador usando el indirecto. Es como un mago que se divierte enseñando sus trucos.
El arte de Cela está en su tono, en su manera de acercarse a lo que retrata. Parte de su poder está en la exquisitez con que trata a sus criaturas, incluso las más crueles. Prueba de su respeto es la exactitud con que reproduce lo que ellos dicen o lo que piensan. A veces Cela parece una lente limpia. Si hubiera que buscar un autor que procede de un modo opuesto habría que mencionar a Borges, que impone sus reflexiones a la realidad. Sin embargo hay un punto en el que los dos están completamente de acuerdo. Lo comento en el próximo post.
Cela. Viaje a la Alcarria