Consciente o no de ello, Austen vivía dentro de una carcel llamada sociedad victoriana. Parte de sus cadenas y barrotes consistían en ser mujer, otra parte en ser de buena cuna.
En Austen no hay un solo lamento o protesta por su condición, tampoco hay evasión. El mundo imaginario de sus novelas es perfectamente creíble, por ende, rico en detalles para el cazador de datos costumbristas. ¿Para qué escribir entonces? ¿Por qué es necesario leerla nos diría Bloom?
El talento de Austen, su imaginación, se emplean en resolver ecuaciones interesantes, dilemas vitales.
Catherine Morland tiene la suerte de salir de su casa de campo para ir a pasar una temporada en Bath. Allí conoce mucha gente, algunos (Los Thorpe) quiere influir en su gusto y en su elección de amistades. Ella no sabe como decir no sin herir sentimientos. Hacerlo es un arte, y decidirlo, la reflexión que justifica el libro.
La imaginación de Austen, está, al fin, en superar la carcel que es su sociedad. Si bien, ella podría preguntarnos si acaso la nuestra no lo es.
Jane Austen. Northanger Abbey