Me gusta leer las críticas de cine de los americanos no profesionales (Recomiendo esta) porque acostumbran a cortarse muy poco, casi nunca son pedantes y algunos se desmelenan cuando escriben. Cuando un americano sale del cine y algo le parece falso y fingido lo llama phoney. Manolito Gafotas es un ejemplo de lo que yo llamaría phoney.
Se supone que Manolito tiene pocos años, pero como escribe Elvira Lindo y a Elvira Lindo le parece bonito lucir su cultura, no se corta de hablar del universo o de psicoanálisis. Se supone que Manolito es llano y habla sencillo, expresiones coloquiales y frases manidas, pero como la autora no se puede reprimir, a veces le cuelga al supuesto narrador de ocho años algunas frases de lo más redichas e intelectualoides.
Para añadir otros méritos, el personaje de Manolito es algo perverso. El niño insulta sin piedad a los más débiles, como su hermano menor, y rebaja con mal gusto a cuantos le rodean. Es un niño que tiene poco de travieso y mucho de mal pensado. De la humanidad incansable de Goscinny Elvira Lindo no ha copiado mucho.
La mayor impostura es que Manolito viva en Carabanchel. Cualquier agraciado inquilino del barrio de Salamanca puede disfrutar de las ocurrencias idiomáticas de Elvira Lindo. Pero colgarle a un niño de Carabanchel estas chorradas del mundo mundial es un insulto a toda la clase trabajadora. Me gustaría poder hablar con la autora para decírselo personalmente: “perdóneme, —le diría—, pero los pobres no somos repipis.”
Elvira Lindo. Manolito Gafotas