martes, 3 de septiembre de 2002

Enlatarse o morir

Siempre me he preguntado cómo pasa el tiempo dentro de una lata de sardinas. Desde luego, más despacio que afuera, pues algunas no caducan hasta el año 2003 o 2004. Una barbaridad. Sin embargo, en el momento mismo de abrirlas entra el tiempo en ellas y a los dos días te asomas a su contenido y da asco, aunque la hubieras guardado en la nevera. Una lata de sardinas cerrada es un tesoro temporal. Estamos acostumbrados a verlas formando montañas en el supermercado y no les damos ningún valor, pero pruebe usted a sostener una en sus manos, sin abrir desde luego, y verá cómo le llega algo de su misterio. Y quien dice de sardinas dice de almejas o de mejillones, el contenido da lo mismo con tal de que no sea de anchoas, que al tratarse de una semiconserva necesita una temperatura más cruel que la medioambiental.

La semana pasada encontré a un amigo al que no veía desde hacía diez años y estaba prácticamente igual que antes.

—¿Has hecho un pacto con el diablo? —le pregunté.

Y no, parece que el diablo no pacta, eso era en la antigüedad. Había estado encerrado en su habitación escribiendo una tesis sobre el concepto de mimesis en Aristóteles. El encierro le había sentado bien. Aunque pálido como un berberecho, mantenía las constantes vitales de hacía una década. Hay intelectuales que creíamos muertos por lógica y un día nos los encontramos en la calle y no es que hayan salido de la tumba, sino de un volumen sobre la influencie del pensamiento oriental en la física cuántica del estructuralismo en la arquitectura deconstructiva.

Los libros tienen, pues, algo de lata de sardinas. Un fin de semana me introduje en una novela de Le Carré y al salir de ella el lunes siguiente era otra vez viernes, aunque no se le crea. Sostenga usted un libro entre las manos y déjese traspasar por su misterio, aun sin leerlo, y ya verá. Lo malo es que cuando uno sale de la lata o del libro entra en el tiempo y en dos días se queda peor que un berberecho a la intemperie Así que usted verá, o se enlata o lee sin parar. Yo le aconsejo lo segundo. Proporciona los mismos efectos rejuvenecedores y no da claustrofobia.


Juan José Millás. Cuerpo y prótesis