LA INFANCIA de Sacks fue una sucesión de catástrofes a las que sobrevivió gracias al descubrimiento de la Tabla Periódica, en cuya contemplación, halló una suerte de orden que le compensaría del desbarajuste general reinante. Se entenderá la importancia de este descubrimiento si añadimos que el autor de "Despertares" nació en una Europa devastada física y moralmente, se educó en un internado que parecía el correccional de un cuento de Dickens, y padeció a una familia que, estando completamente loca, era completamente normal al mismo tiempo (una mezcla de contrarios, por otra parte de lo más común).
La madre de Sacks llegaba a casa del trabajo con el bolso lleno de frascos de formol en cuyo interior flotaban fetos que colocaba sobre la mesa para desmontarlos en compañía de su hijo. Obsesionada con la idea de que aprendiera anatomía, lo entregó a una forense que el primer día de trabajo lo puso frente al cadáver de una niña de su misma edad (14 años). “Ya habían diseccionado parte de la chica, pero había una hermosa pierna intocada por la que podía empezar”, cuenta Sacks en su biografía, o su biopsia, según se mire, recién aparecida entre nosotros.
El caso es que empezó por esa hermosa pierna y ya no pudo parar de diseccionar la realidad. Todavía sigue. Si usted tiene interés en conocer la historia del alumbrado; la de la química; la física; la de la fotografía; si usted quiere saber la diferencia entre una mezcla y un compuesto; entre cultura literaria y científica; entre zootropo y taumatropo; entre bario y estroncio; si usted se ha preguntado por el sexo de los cefalópodos o por la particularidades entre la luz frías y la caliente, usted debería ir corriendo a la librería de la esquina y adquirir este hermoso libro cuyo autor, no contento con habernos dado títulos como “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero" o "Un antropólogo en Marte", reincide ahora, sin duda para que le queramos más, con esta autobiografía en la que, al hablar del tungsteno, parece que habla del alma. Buen viaje.
Juan José Millás. Babelia | 10 mayo, 2003