Se disfruta más de ellas si son ajenas. El dueño sólo goza el primer día, los extraños los demás. Las cosas ajenas se disfrutan doblemente: el riesgo de dañarlas no existe y sí el placer de la novedad. Todo sabe mejor con privación: el agua ajena parece néctar. Poseer las cosas, además de disminuir el disfrute, aumenta el enfado por prestarlas o por no hacerlo. Tener cosas es mantenerlas para los demás. Se ganan más enemigos que agradecidos.
Baltasar Gracian. Oráculo manual y arte de la prudencia.