Para entendemos, Dan Brown y su código tienen que ver con la novela popular lo que Ed Wood con el cine. Es completamente legítimo, aunque no siempre sea idóneo, que una editorial se preocupe por la comercialidad de sus productos y todos nos alegramos de un éxito, pero no se puede insultar a una tradición de grandes artistas y de artesanos competentes con algo tan miserable.
[F. Casavella]
Este viernes el crítico de Babelia fulminaba sin piedad el libro de Dan Brown. Creo que le hizo justicia, aunque no dejaba de reconocer el interés que pueden tener algunas páginas de su libro. “El código Davinci” puede dar pistas interesantes sobre el misterio del grial, pero es una mala novela.
La literatura está llena de obras que recomiendo pero me parecen malas novelas, “El nombre de la rosa”, por ejemplo, aunque sea una herejía decirlo. Eco sabe muchas cosas y además trenza todo ese conocimiento con un enigma policial. Y sin embargo, para el que disfruta con una novela no hay mucha carne. Lo digo después de haberlo leído tres veces, y a pesar de que lo recomiendo a todo el mundo sin ambages.
Las novelas de Unamuno pueden sentir envidia incluso de las de Corín Tellado con la que no faltan afinidades. Sin embargo Unamuno era filósofo y ella no. Otro mal literato, lo diré aunque se enfade más de uno, es Oscar Wilde. Sus cuentos son almíbar, sus obras de teatro carecen de valor dramático. ¿Por qué no reconocerlo? Su única virtud era la de ser ocurrente. Chesterton era un amante de la paradoja, pero su hombre que fue jueves no debería ser una novela clásica.
Las grandes novelas que yo he leído no enseñan nada al lector. Son más bien exabruptos, rupturas, salidas de tono. El buen escritor no es el empollón de la clase, sino el que tira papelitos.
La novela está llena de intrusos, y vale la pena conocerlos, pero dejándolos en su sitio. Unas memorias del Jack el destripador que se descubrieran en un desván tienen todo el derecho a ser un best seller durante décadas, pero no tienen la obligación de ser una gran novela.