
Al leer las dos anécdotas uno puede pensar que los concursos no valen tanto. Si los jurados no son capaces de dar con algo tan sencillo, ¿por qué creemos a ciegas que van a elegir el mejor novelista o la mejor película?
También me plantea otra cuestión, quizá los imitadores son más auténticos que los originales. ¿Por qué no? Puede que el ganador fuera más Charlot que Chaplin, o el escritor más saviano que Shaw. Cuando leía “Soldados de Salamina” me parecía estar leyendo a Borges. Es posible que Borges no hubiera sido capaz de una falsificación de su estilo tan buena.
Premiar a los imitadores, pienso al fin, me parece más democrático, porque hay muchos, y originales sólo uno.
Borges. Pierre Menard, autor del Quijote.
Noel Claraso. Antología de anécdotas.
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