
Hay en “Mucho ruido y pocas nueces” una pareja que se parece en sus idas y venidas a tantas otras que vale la pena hablar de estos dos personajes.
Claudio llega al castillo donde vive Hero y se enamora de ella nada más verla. Se lo cuenta al príncipe de Aragón, Don Pedro, y este se ofrece a ayudarle; en el baile de disfraces fingirá ser él, y la cortejará para ofrecérsela. Lo que ocurre es que una vez en el baile, el enamorado Claudio ve que su amigo va demasiado lejos y la corteja para sí, cosa que lo enfurece. Todo acaba bien, y el príncipe media para que la doncella se prometa en matrimonio a Claudio.
Más tarde es el hermano bastardo, don Juan, quien conspira para que todos piensen que la prometida Hero tiene una aventura con un rufián. Claudio cree la mentira y espera al día de la boda para insultarla y rechazarla públicamente.
La pregunta es, ¿cómo un hombre que ama a una mujer puede llegar a despreciarla de tal manera?

Girard llama a este sentimiento el “deseo mimético”. Y si alguien se siente inocente, por favor, que tire la primera piedra. A la persona que con su deseo enciende el tuyo, la llama mediador. Don Pedro es el mediador.
Pero una vez Claudio tiene el corazón de la muchacha, ya no le interesa. Ésta ha perdido el aliciente. ¿Cómo reavivar la pasión? Con los celos, con la sospecha de que otros la desean y la poseen, o sea, buscando otros mediadores. La figura del bastardo don Juan no es más que una excusa para que el público no se sienta incómodo con el desarrollo de los personajes. Si Shakespeare nos mostrara a Claudio acusando gratuitamente a Hero de ser una furcia el drama perdería su fuerza. Pero sería bastante cercano a la realidad de los Claudios que hay en el mundo...
Por último, una reflexión más. ¿Cómo viviría Hero una historia como esta? Creo que de un modo parecido a como describe Sor Juana Inés de la Cruz en este poema.
William Shakespeare. Mucho ruido y pocas nueces.
René Girard. Shakespeare, los fuegos de la envidia.
Sor Juana Inés de la Cruz. Poesía completa.