Los capítulos XI al XIII del Quijote componen una novela dentro de otra novela. Unos cabreros enamorados de una joven del pueblo dan la excusa para poemas de amor y temas pastoriles.
A mi me hablan de un vivero inagotable de la fantasía, hablo del otro, de ese otro que no conocemos y, a veces, nos da miedo. En las películas de fantasmas, ese otro era el fantasma, en las de extraterrestres era el alienígena.
En la historia de fantasmas el fantasma era una aparición, un algo externo, una amenaza. Oscar Wilde dio un paso hacia el fantasma haciéndolo simpático, haciendo que expresara una subjetividad. Cuando lo conocemos ya no podemos tener miedo. Un paso más lo da Shyamalan en El Sexto Sentido cuando el fantasma es el protagonista, y cuando ya nos hemos identificado con ese fantasma.
Es lo mismo con el extraterrestre temido. En ET de Spielberg sigue siendo el otro, pero ya despierta nuestra simpatía. Cuando la nave nodriza parte, nos alegramos de que Eliot se quede. Los marcianos en su planeta y nosotros en el nuestro. Avatar, en cambio, es la historia de una alienación. Cuando acaba, Cameron ha conseguido que nos identifiquemos de tal modo con el na'vi que queremos que Sully sea uno de ellos. Y la conversión es un momento de euforia consegudo.
Ocupar el espacio fantástico de esos otros es un vivero para la creación. Conocerlos, identificarnos... he mencionado los cuatro capítulos del Quijote que componen una novela pastoril porque son expresión de ese mismo afán. En ellos, Cervantes habla de una pastora cuya hermosura desarma a todos los cabreros de las inmediaciones y a uno de ellos, Grisóstomo, al suicidio. Cervantes quiere acercarse al verso de amor escuchando al otro, a la amada que nunca tiene palabra y solo es objeto y anhelo. Cervantes hace hablar a Marcela y explicar que ella no da pávulo a los amores de los pastores ni lo dio al difunto, y que sentir amor por la belleza no puede ser un yugo para la belleza. Esa defensa y ese acto de libertad la convierten en un individuo completo, en una creación suprema. Marcela es un ejemplo de como aumentar la fantasía identificándote con ese otro.
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