lunes, 24 de noviembre de 2003

Cuatro notas

Le he cogido el gusto a responder a lo que leo en otras bitácoras, y convertir esta en un coloquio. Invito a los autores que me leen a pasar la bola.

Ideología
(Respondiendo a Juan Carlos)

Hay un tipo del lector que no me gusta, se trata del lector militante. Ese tipo de seguidor que busca listas de libros afines para no equivocarse y que traza una línea entre los autores que se deben leer y los que no de acuerdo con su postura ideológica. Una persona que no tiene interés por las opiniones distintas de las suyas no es un verdadero lector, es más bien un creyente sumiso que repite su credo. Un buen lector, necesariamente, tiene que buscar interrogantes.

Frente a los defensores de la literatura pura, Bernard Shaw defendía que la literatura debe ser didáctica; pero hoy nadie recuerda su postura, ni tampoco la discusión, recuerda a Shaw. Opino que la discusión entre derecha e izquierda se olvidará con el mismo desdén. A veces me encuentro con gente que no conoce la postura política de Borges. Algunos condenan sus letras solo por ello, lo cual los equipara a mis ojos con los hoolligans de fútbol. ¿Se puede juzgar a un autor por sus conclusiones? Borges decía que no, que un autor es una trayectoria, no una meta. Yo sólo puedo suscribir esa afirmación.

Prestar libros
Respondo a la queja de Elías a quien no le han devuelto Hamlet. (Nota: hoy he enlazado tu post pinchando en el “enlace permanente”)

Sólo suelo prestar los libros que me gustan mucho, y lo hago como una especie de recomendación. Por eso no me entristece lo más mínimo cuando no me los devuelven. Algunos sé donde están y no los pido nunca. Entiendo que la renuencia a devolver el libro es porque a mi amigo le ha gustado, o quiere releerlo. Cuando un libro me gusta mucho compro varios ejemplares. Creo que el libro que más he prestado ha sido “El misterio de la Cripta embrujada” (llegué a tener tres copias a la vez y ahora sólo tengo una. Creo que lo habré prestado a unos cinco amigos y a mi hermano). Nadie me lo ha devuelto nunca, lo cual creo que es una prueba irrefutable de buena literatura. Sí, lo acepto, puede que esté hablando de regalos encubiertos.

Educación

Como profesor de instituto estoy siendo testigo de un cambio tremendo. Conocí el BUP y el COU y ahora doy clases de Secundaria. Los mayores problemas están ocurriendo en el primer ciclo. No sé si hacer repetir curso a los alumnos de primero va a arreglar algo, espero que sí. Creo que poner a profesores de instituto con alumnos que necesitan menos conocimientos que autoridad no fue una buena idea. (Un saludo Cristina)

Cuatro

“El código Davinci”, igual que la última novela de Matilde Asensi, y los finales de Pérez-Reverte, cae en un infantilismo cansino que quizá me aparte mucho tiempo de la novela de intriga. Brown descubre pistas y anuncia misterios en cada capítulo, pero esencialmente no habla del asesinato del conservador del Louvre, ni de la Gioconda y su doblez hermafrodita, ni del culto femenino de las sociedades agrarias, ni de la serie de Fibonacci, ni de la divina proporción, Phi, que equivale a 1,618. Brown es un niño que juega a una gymkhana y yo ya soy un poco mayorcito.