domingo, 12 de junio de 2005

La cultura como resentimiento

Decía Lucía Etxebarría en una entrevista de televisión que ella escribía porque era neurótica y desgraciada. Si fuera feliz, seguía diciendo, no se dedicaría a escribir, sino a vivir la vida.

Sócrates y Jesús no escribieron nada. De sus discípulos nos quedan los textos de los evangelistas, los diálogos de Platón, la semblanza de Jenofonte. Quizá los que escribieron no fueron los que mejor les entendieron, sino los más desgraciados. Quien sabe.

Los escritores que ocupan nuestros mayores altares no fueron los más felices. Si los conociéramos en persona me pregunto cuantos acabarían confesándonos, igual que Lucía Etxebarría, que en el fondo eran unos desgraciados y que su verdadero sueño hubiera sido pasar por la historia sin ser conocidos, tener una recua de hijos traviesos y morirse en paz.

Pienso en poetas inmortales como Quevedo o Petrarca, o el autor de los sonetos de Shakespeare. Los grandes poemas van dedicados al amor imposible, el amor satisfecho no necesita altavoces.

Y llego a uno de los autores más insatisfechos y más aclamados de nuestro país, Valle-Inclán. Sus Comedias Bárbaras sus “Luces de Bohemia” están llenas de insultos que no parecen justificados por la acción, como si el autor tuviera la intención de ponerse a gritar cualquiera que fuera la excusa.

En estas obras de Valle aparece un protagonista mal pagado y aparece, también, un botín, una herencia, un premio de la lotería que sin saber explicarlo siempre me parece un elemento obsceno. Es como si el autor utilizara el botín para restituir en la ficción todos los desarreglos de la realidad. Como si el autor rehiciera el mundo a su gusto a golpe de talonario. Cualquier persona que sale de una oficina de lotería con su boleto puede crear en su cabeza, en el breve trayecto a casa, una obra de Valle.

El elemento del botín en la literatura siempre me parece un poco obsceno porque me devuelve de un bofetón a la queja de Lucía Etxebarría. “Escribimos porque no somos felices”. ¿Hubiera escrito Valle sus Comedias Bárbaras si el estado le hubiera concedido una asignación generosísima acorde con su supuesto talento? ¿Se hubieran escrito todas esas novelas negras llenas de corrupciones y traidores si cada personaje hubiera recibido una generosa pensión del estado sueco para vivir sin preocupaciones? ¿Hubiera escrito Quevedo sus versos de amor si ella se hubiera metido en su alcoba?

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante reflexiones. Aunque supongo que habrá escritores que escriben por simple placer, o porque su 'desgracia', si se puede llamar así, es que necesitan imperiosamente escribir. ;)

Cinéfilo dijo...

Yo creo que escribe por placer, o por espresarse, la mayoría. Los resentidos son pocos, pero se les escucha tanto.

Anónimo dijo...

A mí (hola, Jose) no me dan comisión, es sólo por si te interesa:
http://www.que-leer.wanadoo.es/queleer/contenidos/335@CRITICA.html

Cinéfilo dijo...

Gracias (¿Elías?) por el enlace, la verdad es que Ayala-Dip ha hecho una lectura del Telón que no tiene nada que ver con la mía.

Magda Díaz Morales dijo...

Siempre me he preguntado lo mismo que aquí reflexionas y considero que no, que si los escritores que mencionas (y tantos más) hubieran tenido vivencias diferentes, no hubieran escrito cómo y lo que escribieron. La experiencia habla, desvela, a mi manera de ver. Aunque quizá no es absoluto.

Muchos saludos
Magda Díaz
(Te dejo mi nueva dirección)

ángel dijo...

Quizá para algunos o algunas la literatura sea una forma de sublimación o de evasión, o de realización de deseos insatisfechos. Pero no toda sublimación es materia literaria y no es menester de todos poder expresarla y, menos aún, hacer de ella una obra que se desprenda del piso para adquirir categoría de arte narrativo o poético que trascienda su época o generación. Son muchos los autores que afirman que escribir les causa angustia, y otros tantos los que dicen sentir un placer inmenso. Tal vez todos ellos están en lo cierto. Pero lo que es más cierto aún es lo que publican que lo que opinan.

Anónimo dijo...

“He cometido el peor de los pecados / que un hombre puede cometer. No he sido / feliz…” (Jorge Luis Borges).

¿Debemos la obra de Borges a la infelicidad de su autor? ¿Hubiera dejado de escribir los magníficos versos y relatos que debemos a su pluma de haber sido feliz?

Muchos poetas parecen ponerse de acuerdo a la hora de vincular literatura e insatisfacción.

El mismo Borges consideraba el fin de la poesía “convertir el ultraje de los años / en una música, un rumor y un símbolo”.

Para José Asunción Silva el verso es necesario para que “la existencia mísera se embalsame”.

Según Miguel d’Ors, a la poesía “Bécquer la confundió con el amor / y es una forma de no ser feliz”.

José Emilio Pacheco opina que “la poesía tiene una sola realidad: el sufrimiento”.

“Un grito (o un susurro) de angustia y soledad” es la creación literaria para Luis Alberto de Cuenca.

De forma más surrealista lo expresa Alejandra Pizarnik: “Son mis voces cantando / para que no canten ellos, / los amordazados grismente en el alba, / los vestidos de pájaro desolado en la lluvia”.

Quizás el más contundente sea Charles Bukowski, para quien la infelicidad alcanza no sólo al poeta, sino también al lector de poesía:

se
necesita
mucha

desesperación

insatisfacción

y
desilusión

para
escribir

unos
cuantos
poemas
buenos.

no está
al alcance
de todos

ni

escribirla

ni

leerla

siquiera.