jueves, 29 de agosto de 2013
Obama's speech on the 50th anniversary of the March on Washington
"To secure the gains this country has made requires constant vigilance, not complacency. Whether it's by challenging those who erect new barriers to the vote or ensuring that the scales of justice work equally for all in the criminal justice system and not simply a pipeline from underfunded schools to overcrowded jails -- (applause) -- it requires vigilance."
[...]
Dr. King explained that the goals of African-Americans were identical to working people of all races: decent wages, fair working conditions, livable housing, old age security, health and welfare measures -- conditions in which families can grow, have education for their children and respect in the community.
[...]
What King was describing has been the dream of every American. It's what's lured for centuries new arrivals to our shores. And it's along this second dimension of economic opportunity, the chance through honest toil to advance one's station in life, that the goals of 50 years ago have fallen most short.
[...]
And so as we mark this anniversary, we must remind ourselves that the measure of progress for those who marched 50 years ago was not merely how many blacks had joined the ranks of millionaires; it was whether this country would admit all people who were willing to work hard, regardless of race, into the ranks of a middle-class life.
[...]
And our politics has suffered. Entrenched interests -- those who benefit from an unjust status quo resisted any government efforts to give working families a fair deal, marshaling an army of lobbyists and opinion makers to argue that minimum wage increases or stronger labor laws or taxes on the wealthy who could afford it just to fund crumbling schools -- that all these things violated sound economic principles.
We'd be told that growing inequality was the price for a growing economy, a measure of the free market -- that greed was good and compassion ineffective, and those without jobs or health care had only themselves to blame.
[...]
And then there were those elected officials who found it useful to practice the old politics of division, doing their best to convince middle-class Americans of a great untruth, that government was somehow itself to blame for their growing economic insecurity -- that distant bureaucrats were taking their hard-earned dollars to benefit the welfare cheat or the illegal immigrant.
domingo, 18 de agosto de 2013
Tertulias literarias en Estados Unidos
En Estados Unidos la red social de kedadas se llama meet up. Hay cientos de quedadas en cada ciudad cada día. Los desconocidos quedan para jugar al monopoly, para speed date, para caminar, para bailar, y para hablar de literatura.
Las tertulias culturales son temprano y nunca duran más de dos horas. El organizador pone una hora para acabar, y nadie se queda mucho más allá. Fui a tertulias de tres a cinco, de cinco a siete; la más tardía empezó a las siete.
El americano tiene un punto comedido que le asemeja al británico. No pone gran emoción en sus exposiciones y está encantado de ceder la palabra. Es difícil que haya una estrella en una tertulia; nadie quiere llamar mucho la atención. También es difícil que alguien se quede callado a menos que quiera quedarse callado. Se invita siempre a participar al que menos ha hablado, y nadie le interrumpe. Es como si cuanto más rato está en silencio, más puntos acumula el contertulio para su intervención. Se escucha más al que más ha escuchado.
Las tertulias son tan variadas que hay una cierta especialización. Fui a tertulias de creadores que querían opiniones sobre sus escritos. Para no perder tiempo dejaban el texto publicado en la web de meet up y no se leía en público. También había quedadas de lecturas, donde se programaban libros para comentar. La tertulia de comedia explotaba solo el aspecto humorístico de los textos y no se hablaba de ningún elemento de estilo que no estuviera al servicio de ese objetivo. En la tertulia de Arlington Writers se abordaba un enfoque cada semana, en una se leían textos, en otra se hacían ejercios, y en la que yo asistí, los profesionales explicaron a los principiantes como se entraba en el mundo editorial. Mi tertulia favorita era la tertulia de filosofía. El marco del patio interior del Smithsonian de Foster acogía un grupo variopinto, especialmente de científicos que hablaban de "dead philosophers". Tenían un sesgo americano de entender la filosofía, eran prágmáticos y liberales, aceptaban otras creencias y daban la sensación de aprovechar intelectualmente aquellas dos horas de domingo.
Las tertulias culturales son temprano y nunca duran más de dos horas. El organizador pone una hora para acabar, y nadie se queda mucho más allá. Fui a tertulias de tres a cinco, de cinco a siete; la más tardía empezó a las siete.
El americano tiene un punto comedido que le asemeja al británico. No pone gran emoción en sus exposiciones y está encantado de ceder la palabra. Es difícil que haya una estrella en una tertulia; nadie quiere llamar mucho la atención. También es difícil que alguien se quede callado a menos que quiera quedarse callado. Se invita siempre a participar al que menos ha hablado, y nadie le interrumpe. Es como si cuanto más rato está en silencio, más puntos acumula el contertulio para su intervención. Se escucha más al que más ha escuchado.
Las tertulias son tan variadas que hay una cierta especialización. Fui a tertulias de creadores que querían opiniones sobre sus escritos. Para no perder tiempo dejaban el texto publicado en la web de meet up y no se leía en público. También había quedadas de lecturas, donde se programaban libros para comentar. La tertulia de comedia explotaba solo el aspecto humorístico de los textos y no se hablaba de ningún elemento de estilo que no estuviera al servicio de ese objetivo. En la tertulia de Arlington Writers se abordaba un enfoque cada semana, en una se leían textos, en otra se hacían ejercios, y en la que yo asistí, los profesionales explicaron a los principiantes como se entraba en el mundo editorial. Mi tertulia favorita era la tertulia de filosofía. El marco del patio interior del Smithsonian de Foster acogía un grupo variopinto, especialmente de científicos que hablaban de "dead philosophers". Tenían un sesgo americano de entender la filosofía, eran prágmáticos y liberales, aceptaban otras creencias y daban la sensación de aprovechar intelectualmente aquellas dos horas de domingo.
domingo, 4 de agosto de 2013
Dinero
En Washington los mendigos te piden el cambio que llevas en el bolsillo como si quisieran hacerte un favor. Las camareras redondean las consumiciones para arriba y esperan que añadas dinero de papel como propina. Los americanos se comportan como si ellos pintaran el dinero en vez de ganarlo. Claro que, si uno mira con lupa lo que significa "quantitative easing", es verdad que lo pintan.
Los funcionarios se jubilan con treinta años de servicio. Si has trabajado para el estado es fácil retirarte a los cincuenta y cinco. Salvo alguna reliquia nostálgica como los Lincoln o los Buicks, no he visto ningún coche viejo. Conducen muchos cuatro por cuatro. Nadie tiene un turismo como en Europa. Los coches brillan tanto que ninguno parece tener más de un año. Cualquiera diría que en vez de limpiarlos, compran uno nuevo cuando se manchan.
Los locales de moda tienen colas larguísimas. Los restaurantes no tienen mesas libres y las colas del Starbucks no son para tomar café y aprovechar el wifi. Las mesas se copan demasiado pronto. Las colas son para comprar, por cuatro dólares, un café para llevar. El café y la cerveza son lujos en América.
Comer, en cambio es barato. Las farmacias venden comida, el Seven Eleven ofrece café como el bar de la esquina, productos de la tienda de ultramarinos, la heladería, la tienda de chuches. Los restaurantes de comida rápida también tienen colas para llevar. Sufren la competencia de algunas camionetas extravagantes que ofrecen comida en la calle de doce a dos. La esquina de la 12th y la G reune la mayor aglomeración que conozco. La ración individual es casi el doble de lo que en España llamamos ración individual, y sale bien de precio.
Los funcionarios se jubilan con treinta años de servicio. Si has trabajado para el estado es fácil retirarte a los cincuenta y cinco. Salvo alguna reliquia nostálgica como los Lincoln o los Buicks, no he visto ningún coche viejo. Conducen muchos cuatro por cuatro. Nadie tiene un turismo como en Europa. Los coches brillan tanto que ninguno parece tener más de un año. Cualquiera diría que en vez de limpiarlos, compran uno nuevo cuando se manchan.
Los locales de moda tienen colas larguísimas. Los restaurantes no tienen mesas libres y las colas del Starbucks no son para tomar café y aprovechar el wifi. Las mesas se copan demasiado pronto. Las colas son para comprar, por cuatro dólares, un café para llevar. El café y la cerveza son lujos en América.
Comer, en cambio es barato. Las farmacias venden comida, el Seven Eleven ofrece café como el bar de la esquina, productos de la tienda de ultramarinos, la heladería, la tienda de chuches. Los restaurantes de comida rápida también tienen colas para llevar. Sufren la competencia de algunas camionetas extravagantes que ofrecen comida en la calle de doce a dos. La esquina de la 12th y la G reune la mayor aglomeración que conozco. La ración individual es casi el doble de lo que en España llamamos ración individual, y sale bien de precio.
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