María José dice que el blog le parece narcisista. Un amigo le dio la dirección de su blog para que la leyera poco después de conocerle. “Yo no me imagino dándole a un amigo que acabo de conocer un tomo con mi diario íntimo. Toma léetelo de arriba abajo y así conoces todas mis hazañas.” Alguna vez leí que los blogueros son más sensibles que el común de los mortales. La afirmación era de un bloguero.
No podemos olvidar que el blog es un escaparate donde el autor vierte sus textos en público. La idea de hacerse público lleva consigo muchas cosas que antes estaban reservadas a la aristocracia. Yo admito que una de esas cosas es el ego.
El blog vierte tu subjetividad para un público que, al igual que el de una novela no está delante, y puede que no lo esté nunca. Una amiga periodista decía que el blog para ella era la inmediatez. En su revista, los artículos pasaban por muchas manos y acababan archivados o publicados semanas después. El blog tiene un botón; cuando lo aprietas, el texto deja de ser tuyo. El blog también se diferenció por lo fácil que hizo la respuesta. Los comentarios se pueden administrar, o borrar. Pero algunos blogueros se dedicaban a escandalizar para competir por cuantos comentarios conseguían.
Escribir tiene un elemento de exibicionismo intelectual. Uno posa en las fotos para salir con su mejor cara, y también posa en su blog. Pero no siempre sale la cara que queremos dar. Y ese debate que abrieron los blogs como medio de cultura me pareció terriblemente fértil. Escribiendo para un lector invisible te ponías retos que no te hubieras puesto en tu vida privada. Había que cuidar la ortografía. Nadie perdonaba nunca un acento. Había que cuidar el tono. Y descubrías que eras capaz de mucho más de lo que habías pensado antes de ponerte a escribir. Tenías el estímulo de un público exigente aunque ese público no existiera y el contador de visitas de tu blog se empeñara en anotar diez visitas al día. Porque no sabías quienes eran esos diez anónimos.
Con el tiempo los contadores de visitas se fueron haciendo estables. Todo el mundo conseguía más de doscientas visitas al día, o presumía de conseguirlas. Pero nadie conseguía ganarse la vida con los blogs. Eran una labor dura y en las quedadas de blogueros admitíamos que salvo dos o tres casos famosos, el resto regalábamos nuestro tiempo.
Eso y las redes sociales acabaron con la época de mayor auge de los blogs.
Pero los blogs siguen ahí como herramienta para publicar contenidos. Son un medio para llegar a otros. Son un medio para ponerte retos, porque hablas para los demás y te sometes a la mirada crítica de los demás. Y algo que no tiene la página web, los blogs son un medio de organizar tus contenidos. Lo más reciente siempre es lo primero. Todo lo que escribes tiene un día y una hora.
El correo electrónico, la presentación de powerpoint, o el mensaje de whatsapp tienen un mecanismo de proliferación diferente que ahora llaman viral. Se parece mucho al chiste o al antiguo romance porque nadie sabe quién lo puso en circulación, pero todo el mundo lo conoce. El correo, a diferencia de la página web o el blog no es público, es compartido entre dos personas con mensajes de ida y vuelta; y el miedo al ridículo desaparece al eliminar la firma. No se puede contrastar la información y lo que se dice no necesita pruebas ni referencias porque no se menciona, casi nunca, la fuente.
Parece que todavía no se ha llegado a una fuente de información tan creíble como el periódico. Pero hay que calcular a que quiere uno renunciar. Leyendo el blog hay que soportar, a veces, el ego del autor. Leyendo correos virales, como en la guerra, la verdad es, a menudo, la primera baja.
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