Era muy religioso; creía tener con el Señor un pacto secreto, que lo eximía de obrar bien, a trueque de oraciones y devociones.
(Emma Zunz)
Borges. El aleph
Era muy religioso; creía tener con el Señor un pacto secreto, que lo eximía de obrar bien, a trueque de oraciones y devociones.
(Emma Zunz)
18-Sep-82 11:44 Scott E Fahlman :-)
From: Scott E Fahlman
I propose that the following character sequence for joke markers:
:-)
Read it sideways. Actually, it is probably more economical to mark
things that are NOT jokes, given current trends. For this, use
:-(
7.71 Es ridículo no evitar la propia maldad, cosa que es posible, e intentar, por el contrario, evitar la ajena, cosa que es imposible.
10.35 El ojo sano debe ver todo lo visible y no debe decir: «quiero lo verde», porque eso es propio de un ojo hinchado. El oído y el olfato sanos deben estar dispuestos para todo lo que puede oírse y olerse. El estómago sano debe tener la misma disposición para todos los alimentos como el molino para todo lo que esta constituido para molerse. Así pues, también, la reflexión sana debe estar dispuesta para todos los sucesos. La que diga: «que se salven mis hijitos» y «que todos alaben lo que hago», es como el ojo que busca lo verde o los dientes que buscan lo blando.
Una vez que la atención de una mujer se fija en un hombre, es a éste muy fácil llenar por completo su preocupación. Basta con un sencillo juego de tira y afloja, de solicitud y de desdén, de presencia y de ausencia. El pulso de esta técnica actúa como una máquina neumática en la atención de la mujer, y acaba por vaciarla de todo el resto del mundo.
—No es ninguna criatura. Tiene una fortaleza que tú no podrás jamás alcanzar. ¿Conoces ese tipo de acabado que no se puede rayar? Así es Fuong. Es capaz de sobrevivir a diez de nosotros. Envejecerá, nada más. Padecerá partos y hambre y frío y reumatismo, pero no padecerá nunca como nosotros por una idea, una obsesión; no se rayará, se irá solamente consumiendo.
Pero en el mismo momento en que pronunciaba mi discurso y la observaba dar vuelta a la página (una fotografía de la familia real con la princesa Ana), tenía conciencia de estar inventándole un carácter, así como se lo inventaba Pyle.
Siempre me he preguntado cómo pasa el tiempo dentro de una lata de sardinas. Desde luego, más despacio que afuera, pues algunas no caducan hasta el año 2003 o 2004. Una barbaridad. Sin embargo, en el momento mismo de abrirlas entra el tiempo en ellas y a los dos días te asomas a su contenido y da asco, aunque la hubieras guardado en la nevera. Una lata de sardinas cerrada es un tesoro temporal. Estamos acostumbrados a verlas formando montañas en el supermercado y no les damos ningún valor, pero pruebe usted a sostener una en sus manos, sin abrir desde luego, y verá cómo le llega algo de su misterio. Y quien dice de sardinas dice de almejas o de mejillones, el contenido da lo mismo con tal de que no sea de anchoas, que al tratarse de una semiconserva necesita una temperatura más cruel que la medioambiental.
La semana pasada encontré a un amigo al que no veía desde hacía diez años y estaba prácticamente igual que antes.
—¿Has hecho un pacto con el diablo? —le pregunté.
Y no, parece que el diablo no pacta, eso era en la antigüedad. Había estado encerrado en su habitación escribiendo una tesis sobre el concepto de mimesis en Aristóteles. El encierro le había sentado bien. Aunque pálido como un berberecho, mantenía las constantes vitales de hacía una década. Hay intelectuales que creíamos muertos por lógica y un día nos los encontramos en la calle y no es que hayan salido de la tumba, sino de un volumen sobre la influencie del pensamiento oriental en la física cuántica del estructuralismo en la arquitectura deconstructiva.
Los libros tienen, pues, algo de lata de sardinas. Un fin de semana me introduje en una novela de Le Carré y al salir de ella el lunes siguiente era otra vez viernes, aunque no se le crea. Sostenga usted un libro entre las manos y déjese traspasar por su misterio, aun sin leerlo, y ya verá. Lo malo es que cuando uno sale de la lata o del libro entra en el tiempo y en dos días se queda peor que un berberecho a la intemperie Así que usted verá, o se enlata o lee sin parar. Yo le aconsejo lo segundo. Proporciona los mismos efectos rejuvenecedores y no da claustrofobia.