Como observa Juan Carlos, el espectador de hoy se ha acostumbrado a consumir a un ritmo distinto al de otras épocas. Del Un Dos Tres, recordaba un compañero del trabajo que antes le parecía animado, y que esta reposición resulta insufriblemente lenta. Cristina se escandalizaba por las respuestas de algún concursante. Pero yo lo veré esta noche.
Y es que invitaron a los alumnos de mi instituto. No había más que un ejemplar de “El retrato de Dorian Gray” en la biblioteca y necesitaban treinta de modo que el departamento de inglés les ofreció la versión abreviada en inglés. Al parecer bastó, porque un alumno acertó la pregunta que le hicieron y ganó trescientos euros.
viernes, 30 de enero de 2004
lunes, 26 de enero de 2004
La justicia
Tercer tema de debate de Dialbit
La justicia responde a la necesidad más íntima de todo ser humano, la necesidad de que exista un autor que ha escrito el guión de nuestras vidas.
Un hombre intenta ayudar a una anciana a cruzar la calle. Cuando llega al otro lado lo atropella un camión. Esta es una pésima historia para contar a cualquier persona, sin embargo, la probabilidad de recibir un premio por una buena acción es igual que la de salir mal parado. Al universo le importan poco nuestras vidas.
El cine antiguo era esencialmente creyente. Por eso, en el último momento siempre aparecía el séptimo de caballería. El cine actual es agnóstico, por eso los protagonistas no recurren ya a la policía, ni a la ley, ni al ejército, la única persona que puede detener al malvado es uno mismo, a menudo con sus puños.
La llamada televisión basura intenta rescatar para el espectador los últimos rescoldos del teísmo. Su móvil y su mando a distancia son el dedo de dios. Pero el dedo de los espectadores es a menudo menos moral que profiláctico.
Expulsados de todos los medios audiovisuales, los creyentes que aún quedan se refugian en la política, donde aún no es de mal gusto (todo llegará) tener buenas intenciones. Los agnósticos políticos presumen de no tener ideología, los creyentes votan a la izquierda. Todavía quedan las instituciones, los impuestos, las becas, las subvenciones, para amparar ese sueño que hace tiempo se vedó a la ficción, el de un mundo que no responde a las leyes de la probabilidad, sino a la recompensa. Un mundo donde el hombre que ayuda a cruzar la calle a una anciana se encuentra, al llegar a la otra acera, un boleto de lotería premiado; donde la cornisa que se desprende del tejado cae sobre el proxeneta y no sobre la cabeza del honrado padre de familia.
La justicia responde a la necesidad más íntima de todo ser humano, la necesidad de que exista un autor que ha escrito el guión de nuestras vidas.
Un hombre intenta ayudar a una anciana a cruzar la calle. Cuando llega al otro lado lo atropella un camión. Esta es una pésima historia para contar a cualquier persona, sin embargo, la probabilidad de recibir un premio por una buena acción es igual que la de salir mal parado. Al universo le importan poco nuestras vidas.
El cine antiguo era esencialmente creyente. Por eso, en el último momento siempre aparecía el séptimo de caballería. El cine actual es agnóstico, por eso los protagonistas no recurren ya a la policía, ni a la ley, ni al ejército, la única persona que puede detener al malvado es uno mismo, a menudo con sus puños.
La llamada televisión basura intenta rescatar para el espectador los últimos rescoldos del teísmo. Su móvil y su mando a distancia son el dedo de dios. Pero el dedo de los espectadores es a menudo menos moral que profiláctico.
Expulsados de todos los medios audiovisuales, los creyentes que aún quedan se refugian en la política, donde aún no es de mal gusto (todo llegará) tener buenas intenciones. Los agnósticos políticos presumen de no tener ideología, los creyentes votan a la izquierda. Todavía quedan las instituciones, los impuestos, las becas, las subvenciones, para amparar ese sueño que hace tiempo se vedó a la ficción, el de un mundo que no responde a las leyes de la probabilidad, sino a la recompensa. Un mundo donde el hombre que ayuda a cruzar la calle a una anciana se encuentra, al llegar a la otra acera, un boleto de lotería premiado; donde la cornisa que se desprende del tejado cae sobre el proxeneta y no sobre la cabeza del honrado padre de familia.
sábado, 24 de enero de 2004
Sindicados
"El lector" ya está sindicada. La dirección es esta:
http://www.bibliotecadebabel.com/lector/atom.xml
Blogger acaba de añadir la posibilidad de sindicar sus bitácoras. En la pestaña "settings" ahora tiene una opción más: "site feed". Es un avance muy positivo. Para los que no lo conocen, sindicar una bitácora permite leerla con muchos programas lectores, como "Bloglines" que me recomendó Cristina.
"El lector" ya está sindicada. La dirección es esta:
http://www.bibliotecadebabel.com/lector/atom.xml
Blogger acaba de añadir la posibilidad de sindicar sus bitácoras. En la pestaña "settings" ahora tiene una opción más: "site feed". Es un avance muy positivo. Para los que no lo conocen, sindicar una bitácora permite leerla con muchos programas lectores, como "Bloglines" que me recomendó Cristina.
viernes, 23 de enero de 2004
El lector ideal
Alberto Mangel recogió para Babelia una colección de definiciones del "lector ideal." La he leído varias veces y al final creo que he elegido las que más me gustan a mi.
El lector ideal subvierte el texto. El lector ideal no se fía de la palabra del escritor.
Todo lector ideal es un lector asociativo. Lee como si todos los libros fueran la obra de un único escritor, prolífico e intemporal.
El lector ideal es politeísta.
Robinsón no es un lector ideal. Lee la Biblia para encontrar respuestas. Un lector ideal lee para encontrar preguntas.
Pinochet, al prohibir Don Quijote por temor a que el libro pudiera leerse como una defensa de la desobediencia civil, fue su lector ideal.
El lector ideal debe estar dispuesto a no sólo suspender su incredulidad sino a adoptar una nueva fe.
Al lector ideal no le preocupan los anacronismos, la verdad documental, la precisión histórica, la exactitud topográfica. El lector ideal no es un arqueólogo.
El lector ideal exige rigurosamente que se mantengan las leyes y reglas que cada libro crea para sí mismo.
El lector ideal es el personaje principal de toda novela.
jueves, 22 de enero de 2004
Una semana horrible
La semana ha sido agotadora. En un arrebato de celo profesional, que sufren periódicamente, los asistentes sociales mandan cartas a las familias gitanas amenazando con quitar la subvención si los niños no asisten a clase. De repente aparecen todos. Ninguno trae material, los gritos en algunas aulas se oyen desde el pasillo.
La compañera de matemáticas comenta sarcásticamente a una asistenta “vuestro trabajo es meterlos en el aula, el mío es echarlos. O eso o no puedo dar clase.”
A veces me siento como si fuera un profesor israelí dando clases a niños palestinos. No es sólo que no quieren saber nada de lo que yo ofrezco, sé que soy ajeno a su mundo; lo peor es que su forma de comportarse no es la de un niño, juzgan tu indumentaria, tus clases, tu tono de voz. Te hablan como si fueran tus amigos, te hacen carantoñas para engatusarte y no tienen problemas en recurrir al insulto.
Consejos para hacer de su hijo un delincuente
- Dadle desde la infancia cuanto desee; así crecerá convencido de que el mundo entero le debe todo.
- Dadle todo el dinero que quiera, no sea que sospeche que para disponer de él debe trabajar.
- Nunca le digáis “esto está mal.” Podría adquirir complejos de culpabilidad y, más tarde, cuando, por ejemplo, sea detenido por robar un coche, estará convencido de que la sociedad es quien le persigue.
- Que todos sus deseos estén satisfechos: comer, beber, divertirse...; de otro modo resultará un frustrado.
- Discutid siempre delante de él, así se irá acostumbrando a vivir en un ambiente de crispación.
- Recoged todo lo que él tire por los suelos; así creerá que todos están a su servicio.
- No le deis ninguna formación moral o espiritual. Ya la cogerá cuando sea mayor.
- Dadle siempre la razón: que son los profesores, la gente, la ley... quienes la tienen tomada con el pobre muchacho.
- Etc.
Dirección general de Policía de Seattle, Washington.
miércoles, 21 de enero de 2004
Imitadores
Quizá conozcan la anécdota de Charles Chaplin. El cómico se presentó a un concurso para descubrir al mejor imitador de Charlot y lo eliminaron. Ahora leo que le ocurrió lo mismo a Bernard Shaw. Una revista londinense organizó un concurso de “artículos a imitación de Shaw”. El escritor envió un par de relatos de juventud y perdió el concurso, aunque se llevó uno de los accesit.
Al leer las dos anécdotas uno puede pensar que los concursos no valen tanto. Si los jurados no son capaces de dar con algo tan sencillo, ¿por qué creemos a ciegas que van a elegir el mejor novelista o la mejor película?
También me plantea otra cuestión, quizá los imitadores son más auténticos que los originales. ¿Por qué no? Puede que el ganador fuera más Charlot que Chaplin, o el escritor más saviano que Shaw. Cuando leía “Soldados de Salamina” me parecía estar leyendo a Borges. Es posible que Borges no hubiera sido capaz de una falsificación de su estilo tan buena.
Premiar a los imitadores, pienso al fin, me parece más democrático, porque hay muchos, y originales sólo uno.
Borges. Pierre Menard, autor del Quijote.
Noel Claraso. Antología de anécdotas.
Al leer las dos anécdotas uno puede pensar que los concursos no valen tanto. Si los jurados no son capaces de dar con algo tan sencillo, ¿por qué creemos a ciegas que van a elegir el mejor novelista o la mejor película?
También me plantea otra cuestión, quizá los imitadores son más auténticos que los originales. ¿Por qué no? Puede que el ganador fuera más Charlot que Chaplin, o el escritor más saviano que Shaw. Cuando leía “Soldados de Salamina” me parecía estar leyendo a Borges. Es posible que Borges no hubiera sido capaz de una falsificación de su estilo tan buena.
Premiar a los imitadores, pienso al fin, me parece más democrático, porque hay muchos, y originales sólo uno.
Borges. Pierre Menard, autor del Quijote.
Noel Claraso. Antología de anécdotas.
lunes, 19 de enero de 2004
Buenos libros, malas novelas
Para entendemos, Dan Brown y su código tienen que ver con la novela popular lo que Ed Wood con el cine. Es completamente legítimo, aunque no siempre sea idóneo, que una editorial se preocupe por la comercialidad de sus productos y todos nos alegramos de un éxito, pero no se puede insultar a una tradición de grandes artistas y de artesanos competentes con algo tan miserable.
[F. Casavella]
Este viernes el crítico de Babelia fulminaba sin piedad el libro de Dan Brown. Creo que le hizo justicia, aunque no dejaba de reconocer el interés que pueden tener algunas páginas de su libro. “El código Davinci” puede dar pistas interesantes sobre el misterio del grial, pero es una mala novela.
La literatura está llena de obras que recomiendo pero me parecen malas novelas, “El nombre de la rosa”, por ejemplo, aunque sea una herejía decirlo. Eco sabe muchas cosas y además trenza todo ese conocimiento con un enigma policial. Y sin embargo, para el que disfruta con una novela no hay mucha carne. Lo digo después de haberlo leído tres veces, y a pesar de que lo recomiendo a todo el mundo sin ambages.
Las novelas de Unamuno pueden sentir envidia incluso de las de Corín Tellado con la que no faltan afinidades. Sin embargo Unamuno era filósofo y ella no. Otro mal literato, lo diré aunque se enfade más de uno, es Oscar Wilde. Sus cuentos son almíbar, sus obras de teatro carecen de valor dramático. ¿Por qué no reconocerlo? Su única virtud era la de ser ocurrente. Chesterton era un amante de la paradoja, pero su hombre que fue jueves no debería ser una novela clásica.
Las grandes novelas que yo he leído no enseñan nada al lector. Son más bien exabruptos, rupturas, salidas de tono. El buen escritor no es el empollón de la clase, sino el que tira papelitos.
La novela está llena de intrusos, y vale la pena conocerlos, pero dejándolos en su sitio. Unas memorias del Jack el destripador que se descubrieran en un desván tienen todo el derecho a ser un best seller durante décadas, pero no tienen la obligación de ser una gran novela.
Bushismos
Jacob Weisberg lleva una lista de las sandeces de Bush en el Slate de Microsoft, que pretende ser algo parecido a una bitácora de profesionales.
En la antología de cuentos zen que citaba en el post anterior también hay una historia que se podría aplicar al presidente palurdo.
"It's very interesting when you think about it, the slaves who left here to go to America, because of their steadfast and their religion and their belief in freedom, helped change America."—Dakar, Senegal, July 8, 2003 (Thanks to Michael Shively.)
En la antología de cuentos zen que citaba en el post anterior también hay una historia que se podría aplicar al presidente palurdo.
Un día, el gobernador de cierta provincia preguntó al Maestro zen Shosan acerca de lo esencial del budismo.
El Maestro le dijo: «Es esencial para ti abarcar toda la provincia en su completa totalidad. No puedes hacerlo si eres flojo. Permanece profundamente atento en cada situación, y adopta tus decisiones oficiales con bondad y compasión.
»Así, avanzando constantemente, podrás distinguir la naturaleza de la gente y llegar a conocerla. En general, si un dirigente es estrecho de miras y no es capaz de distinguir la naturaleza de las personas, encontrará ofensivas muchas cosas. Entonces su estado de humor se exaltará y disputará con los estados de humor de los demás. ¿No es esto estúpido?»
sábado, 17 de enero de 2004
viernes, 16 de enero de 2004
Zen
La película “El último Samurái” no me gustó porque los protagonistas malgastan sus vidas y las de sus soldados, y confunden ese despilfarro con la valentía. Pero el soldado norteamericano que interpreta Tom Cruise aprende de sus captores algunas lecciones interesantes, la mejor, tal vez, a no pensar. Hace tiempo lei un cuento parecido del maestro Bankei.
Thomas Cleary. Antología Zen.
Cierto señor que había estudiado zen con Bankei era joven y aficionado a las artes marciales. Un día decidió probar las tripas del maestro atacándole repentinamente con una lanza mientras éste estaba tranquilamente sentado.
El maestro zen, con calma, desvió el ataque con su rosario. Después dijo al señor: “tu técnica no está todavía madura; tu mente actuó primero.”
Thomas Cleary. Antología Zen.
lunes, 12 de enero de 2004
Libros de cine
Ediciones JC y Reseña suelen lanzar cada año una guía con todos los estrenos comentados por distintos críticos. Suelo elegir la de Ediciones JC, aunque quizá se deba sólo a que la edición ilustra cada película con un cartel del tamaño de la página. De las puntuaciones que dan a las películas me chocan sobre todo algunos engendros que han puesto por las nubes, como “El ladrón de orquídeas”, “Noviembre”, “Soldados de Salamina” que no está mal pero tampoco es para tirar cohetes, o “Torremolinos 73”. En otros casos no entiendo el disgusto del crítico con películas que yo recomendaría como “Crueldad intolerable”, “Gangs of New York”, “Piratas del Caribe”.
Donde me he alegrado con la puntuación ha sido con “La vida mancha”, porque el crítico se ha atrevido a ponerle las cinco estrellas que yo no tuve el valor de darle, aunque bien mirado, quizá se las merezca.
Roger Ebert ha sacado en castellano un libro que se titula “Las grandes películas. 100 películas imprescindibles de la historia del cine”, donde abundan las europeas y el cine clásico. Se atreve con películas que me resultaron indigeribles, como “Las vacaciones del Sr. Hulot”, o “El año pasado en Marienbad”, pero en general ha hecho una buena selección, y ha sido personal. Ebert tiene muy buena memoria para los detalles y destripa algunas películas para explicarlas bien. A veces se queda en la anécdota y no aporta nada nuevo, pero en general da buenas pistas. El crítico escribe para el Chicago Sun Times y recomiendo su columna a todos los que entienden inglés.
Mi comentarista de cine favorito se llama Augusto M. Torres. Me gusta el tono en que habla al lector, que es poco pedante y a la vez lo llena de fechas y nombres porque relaciona cada película con muchas otras. De él aprendí la costumbre de dejar un párrafo para explicar el argumento en el lugar del texto que más te apetece, también a usar el presente para los argumentos. No hace falta avisar al lector de que le vas a explicar el argumento como hacen otros, salta a la vista; además el cambio del tiempo verbal actúa en la mente como una negrilla.
[Sobre la viñeta de Asterix, la lengua era Romanche. Se habla en algunos cantones suizos. Sólo lo acertó Cristina, y eso que está lejos de Grecia.]
Donde me he alegrado con la puntuación ha sido con “La vida mancha”, porque el crítico se ha atrevido a ponerle las cinco estrellas que yo no tuve el valor de darle, aunque bien mirado, quizá se las merezca.
Roger Ebert ha sacado en castellano un libro que se titula “Las grandes películas. 100 películas imprescindibles de la historia del cine”, donde abundan las europeas y el cine clásico. Se atreve con películas que me resultaron indigeribles, como “Las vacaciones del Sr. Hulot”, o “El año pasado en Marienbad”, pero en general ha hecho una buena selección, y ha sido personal. Ebert tiene muy buena memoria para los detalles y destripa algunas películas para explicarlas bien. A veces se queda en la anécdota y no aporta nada nuevo, pero en general da buenas pistas. El crítico escribe para el Chicago Sun Times y recomiendo su columna a todos los que entienden inglés.
Mi comentarista de cine favorito se llama Augusto M. Torres. Me gusta el tono en que habla al lector, que es poco pedante y a la vez lo llena de fechas y nombres porque relaciona cada película con muchas otras. De él aprendí la costumbre de dejar un párrafo para explicar el argumento en el lugar del texto que más te apetece, también a usar el presente para los argumentos. No hace falta avisar al lector de que le vas a explicar el argumento como hacen otros, salta a la vista; además el cambio del tiempo verbal actúa en la mente como una negrilla.
[Sobre la viñeta de Asterix, la lengua era Romanche. Se habla en algunos cantones suizos. Sólo lo acertó Cristina, y eso que está lejos de Grecia.]
jueves, 8 de enero de 2004
Un poco más difícil
miércoles, 7 de enero de 2004
La buena traducción
Un amigo estadounidense me comentó en cierta ocasión que el inglés de Carlos Fuentes es perfecto, su castellano lo es mucho más. Así que su opinión sobre la traducción del Quijote de Edith Grossman es digna de tener en cuenta. Se dice que es la mejor traductora de español en lengua inglesa, se encarga de la obra de Gabriel García Márquez y la de Vargas Llosa y Harold Bloom ha firmado el prólogo de este nuevo Quijote.
¿Qué puede ofrecer una traducción que la haga mejor que las demás?
¿Qué puede ofrecer una traducción que la haga mejor que las demás?
El proyecto, asegura, era abrumador, tanto por los "cuatrocientos años de erudición que hay detrás del libro" como por "la inmensa responsabilidad que implica traducir un libro de esta estatura" y "la influencia que toda traducción tiene en los lectores". La primera consideración de Grossman fue decidir qué tipo de voz narrativa utilizar, pues "la prosa de Cervantes no es arcaica, sino muy creativa y original". Grossman optó por un inglés contemporáneo, en lugar del tono poco natural del inglés del siglo XVII.
martes, 6 de enero de 2004
¿Es objetiva la historia?
Segundo debate de Dialbit
Aristóteles decía que la literatura es un género superior a la historia, porque podía ofrecer generalidades, mientras que la historia sólo ofrece casos. Lo dice en su poética. Yo no puedo estar más de acuerdo con Aristóteles. La figura del Julio Cesar histórico puede tener lecturas interesantes, pero lo son mucho más las del Julio Cesar de Shakespeare, que es universal.
La literatura camina muy por delante de la historia en un tema aún más importante, el perspectivismo. Cuando nos preguntamos si es objetiva la historia presuponemos que sólo existe una verdad y que esta sólo puede ser ocultada o desvelada. El gran salto de la literatura moderna, que empieza con Don Quijote, es el de mostrar una realidad plural, distinta desde cada personaje. Los mismos molinos son a la vez gigantes y las dos perspectivas de Sancho y Alonso Quijano son inseparables. La riqueza que permite un enfoque literario también es superior a la de un enfoque histórico.
Aristóteles decía que la literatura es un género superior a la historia, porque podía ofrecer generalidades, mientras que la historia sólo ofrece casos. Lo dice en su poética. Yo no puedo estar más de acuerdo con Aristóteles. La figura del Julio Cesar histórico puede tener lecturas interesantes, pero lo son mucho más las del Julio Cesar de Shakespeare, que es universal.
La literatura camina muy por delante de la historia en un tema aún más importante, el perspectivismo. Cuando nos preguntamos si es objetiva la historia presuponemos que sólo existe una verdad y que esta sólo puede ser ocultada o desvelada. El gran salto de la literatura moderna, que empieza con Don Quijote, es el de mostrar una realidad plural, distinta desde cada personaje. Los mismos molinos son a la vez gigantes y las dos perspectivas de Sancho y Alonso Quijano son inseparables. La riqueza que permite un enfoque literario también es superior a la de un enfoque histórico.
lunes, 5 de enero de 2004
Idefix
De niño devoraba los Asterix. Una de mis grandes frustraciones fue descubrir que no me quedaba ninguno más por leer. Otra fue descubrir que los que iban editando nuevos, como La Gran Fosa o El hijo de Asterix, no me gustaban. No es que yo hubiera envejecido. Lo que ocurría era que faltaba lo mejor, faltaba Goscinny.
Tintín me fascinaba por sus dibujos, pero, por lo demás me costaba siempre acabarlos. Son historias pobres, estiradas para llenar las 62 páginas comprometidas con Casterman. Los tebeos de Tintín son pesadísimos, aburridos. Hergé se devanaba los sesos buscando justificaciones para que ocurrieran cosas y para que aparecieran objetos y paisajes exóticos. Cada número deja la sensación de un dibujante con un estilo personalísimo y una imaginación narrativa nula; una impresión de no vivido.
Los viajes de Asterix, en cambio, son voluntariamente irreales. Alejado del presente, como estaba el galo, Goscinny no tenía ningún compromiso con la verosimilitud, con esa aficion grafitera de tantos autores de decir “yo estuve alli.” Cada país es descrito por Goscinny a través de sus tópicos, las procesiones de los españoles, el té británico, y los métodos de inglés (“My taylor is rich”), la exactitud suiza, el alfabeto de los suecos. Goscinny no trata de mostrarnos el país, sino lo que se dice del país, y tiene que transformarlo en otro siglo. Del tópico y del anacronismo han salido los tebeos más divertidos que he leído nunca. También de la repetición (como el tema de los piratas), del fino humor (como la gordura de obelix) y del cariño, incluso hacia sus golpeados romanos.
En La vuelta a la Galia, Asterix y Obelix desafían a los romanos a que son capaces de recorrer el territorio y recoger un producto típico de cada lugar. He escogido esta viñeta por una curiosidad. El perito ecologista, Idefix, no está con ellos desde el principio, aparece en este número. Los dos galos llegan a Lutecia, y el perro está en la puerta de una charcutería. Ya no les abandonará nunca.
Y para acabar, como me he acostumbrado a poner adivinanzas en mis post propongo otra: ¿en qué lengua está traducido el tebeo de la imagen?
Goscinny y Uderzo. La vuelta a la Galia.
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